sábado, 26 de noviembre de 2016

Los golfos (1960)




Director: Carlos Saura
España, 1960, 70 minutos

"Es imposible llegar a ser alguien aquí..."

Los golfos (1960) de Carlos Saura


Debutaba Carlos Saura en el largometraje de la mano del productor Pere Portabella y con una película realizada completamente en escenarios naturales en la que se combinaban muy distintas influencias. Por una parte resulta fácil, ya en la escena inicial, reconocer la crueldad buñueliana en esa pobre vendedora ciega que clama "¡al ladrón, al ladrón!" tras haber sido atracada por uno de los golfos. No será la única referencia al cineasta de Calanda, toda vez que los ambientes míseros (como el vertedero que aparece hacia el final, en el que conviven personas y cerdos rebuscando en la basura) hacen pensar en filmes como Los olvidados.

En cuanto al grupo de marginales, cabría considerar el influjo de I vitelloni, aunque los jóvenes retratados por Fellini no eran delincuentes. De todos modos, la sordidez de algunas localizaciones así como el espíritu que impregna toda la película recuerdan de un modo inequívoco al neorrealismo italiano.

En España, Marco Ferreri había presentado un año antes en Los chicos una camarilla que podía remotamente asemejarse a la de Los golfos, cuya conexión, por otra parte, con la novela El Jarama de Sánchez Ferlosio parece también evidente (véase, si no, la escena que acaba con la pelea de los jóvenes ociosos en el río). Todo lo cual arroja una instantánea de lo que se estaba cociendo en este país a finales de los cincuenta, por lo que no es de extrañar que diferentes creadores se hiciesen eco de unos mismos elementos partiendo desde ámbitos diversos.

Parece Paul Newman, pero es Manuel Zarzo (Julián)


Claro que también sería interesante analizar la impronta que dejaría la ópera prima de Saura en el cine posterior. Temáticamente, la obsesión de unos desharrapados por triunfar a cualquier precio en el mundo de los toros volveremos a encontrarla años más tarde en títulos como El espontáneo (1964) de Jorge Grau o El monosabio (1978) de Ray Rivas.

De todos modos, conviene subrayar que Julián, Ramón, Manolo, Paco o El Chato no son unos mangantes habituales sino que el hecho de que roben para sufragar la carrera taurina de Juan los sitúa más cerca del patetismo romántico que no de la picaresca convencional.

Presentada en Cannes, donde sería nominada para la Palma de oro, la cinta no lograría sustraerse, sin embargo, a los cortes de una censura franquista particularmente obsesionada con el retrato desesperanzado y deprimente que, a partir del guion de Saura, Camus y Sueiro, podía inferirse de parte de la sociedad española: un país la esperanza del cual agonizaba como la vaquilla del plano final y una juventud cuyo horizonte vital se intuía tan fallido como la corta carrera de Juan, "el Marteño".


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