jueves, 4 de julio de 2019

No amarás (1988)




Título original: Krótki film o milosci
Director: Krzysztof Kieślowski
Polonia, 1988, 87 minutos

No amarás (1988) de Krzysztof Kieślowski


En esencia, el planteamiento de No amarás no dista gran cosa del de La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) de Hitchcock: un muchacho de diecinueve años, solitario y enfermizamente tímido, vive obsesionado por su madura vecina de enfrente, a la que espía con la ayuda de un telescopio. Sin embargo, en manos de Krzysztof Kieślowski (1941–1996) la historia adquiere una dimensión cuasi trascendente que va mucho más allá de la intriga morbosa (por otra parte magistral) del Mago del suspense.



La Filmoteca de Catalunya inauguraba esta tarde retrospectiva y exposición dedicadas al cineasta polaco. Y lo hacía de la mano de Krzysztof Piesiewicz, el guionista habitual de buena parte de sus películas. Hombre dotado de una circunspección típicamente eslava, en sus respuestas a las preguntas del público denota, en cambio, una cercanía que se traduce en explicaciones detalladas, sin prisas, ahondando en las cuestiones que se le plantean. Así, por ejemplo, rechaza las comparaciones con Tarkovsky, en cuyos filmes los vasos levitan, y se muestra partidario de un realismo metafísico alejado de todo simbolismo.



Es decir, que ni las botellas de leche que Tomek (Olaf Lubaszenko) deja en la puerta de Magda (Grazyna Szapolowska) representan la maternidad ni el hombre vestido de blanco que pulula por el barrio acarreando una maleta es un ángel o el ojo de Dios: si alguien ha planteado dichas interpretaciones es porque pierde de vista que el muchacho necesita hacerse pasar por lechero para poder estar cerca de la mujer o que en la zona de apartamentos en la que ambos viven hay otros vecinos.

Sexto episodio del Decálogo televisivo de Kieślowski, No amarás tuvo, no obstante, esta otra versión extendida y con un final distinto, algo que provocó disensiones entre el director y Piesiewicz, quien admite que no le gusta que Magda, en el último plano, se vea a sí misma a través del catalejo. En cualquier caso, ésta es una película sobre miradas que nos habla de un amor imposible y qué mejor manera de terminarla que con una escena que es, en sí misma, un homenaje al propio cine.


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