Título original: Qui m'aime me suive !
Director: José Alcala
Francia, 2019, 90 minutos
Quien me quiera que me siga (2019) de José Alcala |
Cualquiera que esté medianamente familiarizado con el universo del cineasta marsellés Robert Guédiguian percibirá enseguida su ascendiente como productor en esta comedia agridulce que ha dirigido José Alcala. Sobre todo por ese aire desengañado de viejos revolucionarios de mayo del 68 venidos a menos que destila el trío protagonista y que ya flotaba en el ambiente en La casa junto al mar (La villa, 2017) del propio Guédiguian.
En esta ocasión, son dos hombres (Daniel Auteuil y Bernard Le Coq) quienes llevan toda la vida disputándose el amor de la misma mujer. Y aunque Simone (Catherine Frot) esté casada con el cascarrabias de Gilbert (Auteuil), no se cortará ni un pelo a la hora de fugarse con Étienne (Le Coq) o de volver con su marido, según le convenga.
Luego hay una segunda trama, más de tipo familiar, que es la que enfrenta al ya mencionado Gilbert con su hija Nathalie (Vanessa Paric), con la que lleva varios años sin hablarse y que, debido a un motivo de peso que se acabará desvelando hacia el final, le encasqueta a su hijo Térence durante una temporada. Se establece entonces, entre niño y abuelo, una relación marcada por la tirantez inicial y en la que ambos, a fuerza de irse conociendo, irán gradualmente venciendo sus reticencias.
No puede decirse que el guion de Qui m'aime me suive ! sea precisamente redondo en lo tocante a la cohesión entre las diferentes líneas argumentales que lo componen. Tenemos, por una parte, el tema del misántropo pendenciero (en este caso Gilbert), siempre dispuesto a buscar camorra y que, ahogado por apuros económicos, se deja consumir lentamente en el retraimiento de su aldea. Hay también algo del derecho de la mujer a liberarse sexual y sentimentalmente, eligiendo con quién quiere estar en cada momento en función de sus necesidades personales o afectivas. Y, por último, tiene bastante de aquellos ideales de juventud que se fueron perdiendo por el camino, pero que, el día menos pensado, tal vez revivan gracias a la savia nueva infundida por un nieto o por una joven pareja de vecinos con ganas de echar raíces en el pueblo.
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