Director: Stanley Kubrick
Reino Unido/EE.UU., 1962, 153 minutos
Lolita (1962) de Stanley Kubrick |
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Vladimir Nabokov
Lolita
Traducción de Enrique Tejedor
A buen seguro, pocos títulos han suscitado tanta polémica en la historia del cine y la literatura como esta Lolita surgida de la imaginación de Nabokov y a la que Stanley Kubrick convirtió en icono erótico para toda una generación. Una de esas películas (probablemente, junto con El último tango en París) que hicieron correr ríos de tinta por la supuesta inmoralidad de su argumento y que hoy, en este siglo XXI hipersexualizado y ultraviolento, uno no puede ver sin esbozar una ligera sonrisa piadosa. Porque calificar de pornográfico el contenido de esta historia de amour fou, el caso patológico de un decrépito viudo europeo, nos da la medida exacta de hasta qué punto llegaba la represión imperante en la sociedad puritana que forjó semejante mito.
Sin embargo, el texto original, publicado originariamente por una oscura editorial parisina a mediados de la década de los cincuenta, distaba muchísimo de poderse convertir en un guion cinematográfico: concebido casi en su totalidad como un soliloquio delirante, el relato de Humbert Humbert es apenas un amasijo de recuerdos incoherentes, repleto de intraducibles juegos de palabras.
De ahí que la versión de Kubrick, pese a seguir siendo la obra de un genio (adaptada, por cierto, por el propio autor, aunque la mayor parte de su guion, editado años después en forma de libro, no se respetase), represente un claro empobrecimiento respecto a la fuente. Y es que lo que en la novela suponía un reto para el lector (intentar dilucidar qué parte de lo que se cuenta es real y qué parte son meras alucinaciones de un hombre devorado por su propia pasión) en la película pasa a ser poco más que un simple folletín morboso cuyo planteamiento, de una claridad meridiana, no deja lugar a dudas.
Cierto que la interpretación de Peter Sellers, desdoblándose en varios papeles, tal y como haría de nuevo, dos años después en ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964), resulta impecable, hasta el punto de robarle el protagonismo a un James Mason que no acaba de mostrarse del todo convincente en su rol de ferviente adorador de la nínfula Dolores Haze. Y ¿qué decir de la grácil Sue Lyon? Aunque no fuese la mejor actriz del mundo, su imagen quedará para siempre indisolublemente ligada a la de la adolescente seductora y provocativa que lleva de cabeza al padrastro erudito. Lástima que en la última escena, la que supone su agridulce reencuentro con Humbert, diste muchísimo de ser la mujer marchita y venida a menos que describe Nabokov en la novela.
Según parece, el guión de Nabokov daba para una película de nueve horas y Kubrick lo redujo y sintetizó con una habilidad que el propio escritor declaró admirar (aunque tampoco se trate de una película corta). Me gusta su sentido del humor esquivo y como se mueve grácilmente de la comedia a la tragedia. Tiene secuencias francamente brillantes (por ejemplo, la parte en que el protagonista planea matar a la esposa) y aborda temas muy queridos por el director: la veleidosidad del destino o la incertidumbre y el engaño en las relaciones humanas.
ResponderEliminarPor otro lado, discrepo de tu opinión en el sentido de que hoy no sería un título polémico. Tal como van las cosas, quizás ahora ningún productor se atreviese con esta historia sobre las relaciones amorosas entre un hombre maduro y una jovencita de catorce años.
Un abrazo.
Hola, Ricard:
EliminarEstoy de acuerdo contigo en el hecho de que los productores de hoy en día le seguirían poniendo pegas: para algo se juegan el dinero y les conviene ser prudentes. Mi reflexión, en cambio, va por otros derroteros, más enfocada a la recepción por parte del público. Yo no sé en la América profunda, pero lo que es aquí, donde los chavales cada vez empiezan a consumir porno a edades más tempranas, me sorprendería mucho que a día de hoy alguien se llevase las manos a la cabeza viendo la película de Kubrick.
Y, en segundo lugar, creo que ahora soy yo el que tiene que puntualizar algo que dices en tu comentario, ya que, si bien es cierto que en la novela Humbert fantasea con ahogar a su esposa en un lago, en la versión de Kubrick no se incluyen tales planes. ¿No te estarás confundiendo con "La noche del cazador" (1955), donde Shelley Winters sí que acababa en el fondo de un río?
En fin, gracias por tus observaciones y hasta pronto.
En la película de Kubrick, Humbert piensa en disparar a la viuda Haze con la pistola de su difunto esposo y luego decir a la policía que fue un accidente puesto que creía que no estaba cargada. Aunque finalmente se siente incapaz de llevar a cabo el crimen. Mientras lleva a cabo estas elucubraciones, ella ha huido de la casa al descubrir su infidelidad y es atropellada por un coche.
EliminarEl destino caprichoso.
Saludos.
Sí, disculpa: tienes razón. Me había despistado el verbo "planear". La escena, coincido contigo, es magistral, con ese revólver en primer plano sobre la mesita de noche mientras ellos están en la cama.
EliminarGracias por tu aclaración y hasta pronto.
Hola Juan!
ResponderEliminarEn cuanto a toda la polvaredad que levanto y sigue levantando el libro y la versión para el cine pues que quieres que te diga, estoy un poco sobrepasado con todos estos temas sobre la moral y las buenas maneras. Recuerdo siendo niño como venia un policia municipal a llamarle la atención a las parejas que estaban en actitud demasiado cariñosa en el parque, pues eso, tu ya me entiendes...
En cuanto a la pelicula, teniendo en cuenta que la dirige mi admirado Stanley le paso por alto cualquier pequeño defecto. Estoy de acuerdo, a Mason le falta un empujoncito, no acaba de dar la talla.
Que pases un buen finde!
Hola, Fran:
EliminarBueno: de entrada, a mí no me parece que la novela ni tampoco la película sean escandalosas. Entiendo que debieron de serlo en épocas pasadas para según quién, en otro contexto social e histórico muy distinto al actual y en el que la gente "flipaba" con poco.
Aun así, coincido contigo en que a Kubrick, ese genio inconmensurable, se le puede perdonar todo.
Gracias por pasarte y buen fin de semana también para ti.