Director: Viktor Kossakovsky
Reino Unido/Alemania/Dinamarca/EE.UU., 2018, 89 minutos
Aquarela (2018) de Viktor Kossakovsky |
Abrumadora es un adjetivo que se queda corto a la hora de expresar en palabras la experiencia que supone haber visto un filme de las características de Aquarela en una sala como el Phenomena. Porque el ruso Viktor Kossakovsky (Leningrado, 1961), consciente de la insignificancia del ser humano frente al ímpetu furioso de la naturaleza, ha concebido su película prácticamente sin diálogos y en términos que van más allá de nuestros enclenques esquemas mentales.
¿Por qué lo llamamos planeta Tierra si en su mayor parte está formado por agua? De ahí el protagonismo absoluto que se le confiere a dicho elemento bajo todas las apariencias que puede llegar a adoptar a lo largo y ancho del orbe: desde el hielo de las regiones árticas hasta el majestuoso Salto del Ángel de Venezuela, pasando por un tifón en Florida o las inundaciones provocadas por El Niño en Centroamérica.
Filmadas a noventa y seis fotogramas por segundo, las aguas oceánicas adquieren texturas inverosímiles que oscilan entre el mármol líquido y las nubes solidificadas: espectáculo desbordante a escala planetaria cuya soberbia magnificencia resulta subrayada y amplificada mediante el sonido Dolby Atmos y la contundente banda sonora thrash metal compuesta por el conjunto Apocalyptica del finlandés Eicca Toppinen.
Muy bien. ¿Y? Añadamos un poco de sentido común antes de dar por finalizada esta reseña. Nadie pone en tela de juicio el enorme mérito de un proyecto tan costoso como apabullante, pero, seamos sinceros: ¿cuál es la verdadera finalidad del arte? ¿Impresionar o emocionar? Francamente (y sin ánimo de ofender): Aquarela es al cine lo que los Harlem Globetrotters al baloncesto.
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