Título original: Le pont des Arts
Director: Eugène Green
Francia, 2004, 126 minutos
El puente de las Artes (2004) de Eugène Green |
¡Más Green! La entrega de hoy nos traslada a un París a orillas del Sena en el que los personajes (puro intelecto) disfrutan con la música de Monteverdi y se extasían con los sonetos de Miguel Ángel. Y, sin embargo, se trata de un filme muy Nouvelle vague, con ese amor más poderoso que la muerte entre Pascal (Adrien Michaux) y la cantante Sarah (Natacha Régnier) que tanto recuerda a las películas de Truffaut. De hecho es él quien le da un aire a Jean-Pierre Léaud.
Aun así, el realizador francobárbaro no puede evitar las continuas referencias culturalistas, que generalmente remiten a la Edad Media o al Barroco: algunas, las de tipo musical, son fácilmente reconocibles. Otras, en cambio, son muchos más sutiles. Como el personaje interpretado por Denis Podalydès: Guigui, alias el Innombrable. A primera vista se diría que nos hallamos ante la versión erudita del profesor de jazz que, una década más tarde, le tocará padecer al baterista de Whiplash (2014). Pero no: se trata de algo mucho más profundo. La clave nos la aporta esa extraña onomatopeya que profiere continuamente: "¡Eu!, ¡Eu!" La misma que Santa Hildegarda (Hildegard von Bingen) atribuía al diablo a mediados del siglo XII en su Ordo Virtutum, drama litúrgico sobre la lucha del alma entre las virtudes y el maligno.
Plano contra plano; actores que miran fijamente a cámara... El estilo de Eugène Green es el propio de alguien que llegó tardíamente al cine procedente del mundo del teatro y la literatura: tenía 54 años cuando debutó en la dirección en 2001. Sus referentes son, por tanto, muy distintos de los habituales en el cine contemporáneo (tan poco dado, por otra parte, a los arrebatos espirituales), pero, por ello mismo, deberían hacer las delicias de cualquier alma sensible que se atreva a asomarse a su filmografía.
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