sábado, 7 de enero de 2017

El día de los tramposos (1970)




Título original: There Was a Crooked Man...
Director: Joseph L. Mankiewicz
EE.UU., 1970, 126 minutos

El día de los tramposos (1970)


Un sólido guion de David Newman y Robert Benton con un reparto encabezado por Kirk Douglas junto a Henry Fonda bajo la dirección del veterano Joseph L. Mankiewicz dieron como resultado este western en apariencia simpático, pero que albergaba bajo esa fachada el desencanto de un mundo a punto de desaparecer.

Los setenta supusieron la decadencia del género, situación que se agravaría aún más en la década siguiente, cuando las películas del oeste se convertirían en veneno para la taquilla. Quizá Mankiewicz, ya perro viejo (éste sería su penúltimo filme, antes de despedirse de la dirección con La huella) intuyó que el Hollywood que él había conocido tenía los días contados y por eso supo darle a El día de los tramposos ese aire entre cómico y desengañado.



Nada más comenzar, la música pop de la banda sonora, con su tema central cantado por Trini López (que era un señor, a pesar de ese nombre) nos aporta una peculiaridad que distingue a There Was a Crooked Man... de producciones anteriores. Pero es que cuando Paris Pitman, Jr. (Kirk Douglas) aproveche en pleno allanamiento para comer un muslo de pollo bajo el embozo, se nos estará diciendo a las claras que la película que vamos a ver tiene bastante de caricatura.

¿Y el hombre deshonesto del título original? Obviamente, habrá que esperar hasta el final para salir de dudas, si bien el título español ya nos daba pistas, con su plural delator, de que nadie es de fiar en ese presidio de Arizona, puesto que hasta los más afables no son en realidad más que tramposos. La imagen más poderosa del filme, y la que mejor define dicha falta de honestidad, es la del botín escondido en un nido de serpientes de cascabel. Ni el alcaide Woodward W. Lopeman (Henry Fonda) con sus proyectos regeneracionistas en favor de los presos ni la cordialidad de Paris para implicar al resto de internos en la fuga perfecta serán, por tanto, muy de fiar.


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