Título original: Le fils de Joseph
Director: Eugène Green
Francia/Bélgica, 2016, 115 minutos
El hijo de José (2016) |
Dice Eugène Green que él no nació en Estados Unidos sino en Barbaria, al tiempo que anuncia una oleada de barbarización a escala planetaria. Lo ha dicho esta tarde/noche en la Filmoteca de Catalunya durante la presentación del ciclo Eugène Green: el cineasta barroco. Y, acompañándolo, la actriz Maria de Medeiros, de quien Esteve Riambau ha señalado medio en broma que han adoptado estos últimos días, dado lo mucho que se prodiga últimamente por allí (y todavía tiene que volver otra vez para presentar Airbag).
Justo antes de comenzar la proyección de la recién estrenada Le fils de Joseph, Green se dirige a la concurrencia haciendo gala de su sentido del humor: "Mi cine es muy peculiar, por eso no me molestaré si en mitad de la película se levantan ustedes y se marchan: ya estoy acostumbrado." Esto último, por suerte, no llega a suceder (el público de la Filmo sabe lo que se hace...), pero sí que es bastante palpable la primera parte de su afirmación: mirando directamente a cámara, valiéndose del plano contra plano en muchos diálogos, Green obliga a los actores a recitar el texto como lo hubieran hecho los personajes de Corneille o de Racine. Dicha frontalidad ha llevado a Esteve Riambau a decir que el suyo es un cine de la parole, lo que en francés vendría a ser el uso concreto de la lengua.
Texto del que los intérpretes, por cierto, no tienen permitido cambiar ni una coma. Maria de Medeiros bromea al respecto: "Sólo me atreví a sugerirle una pequeña adición una vez... ¡y se lo comenté con tres semanas de antelación!" La frase, todo sea dicho, se mantuvo en el montaje final: es aquella, pronunciada en plena embriaguez durante una fiesta, en la que Violette Tréfouille, la extravagante crítica literaria interpretada por Medeiros, habla de Marcel Proust como si aún viviese y afirma "que últimamente ya no es el que solía".
Viendo El hijo de José es fácil que nos vengan al pensamiento los nombres de Manoel de Oliveira o de Robert Bresson. A requerimiento de un espectador, Green admite la influencia del cineasta francés, si bien en Bresson no hay sentido del humor. Es curioso, al respecto, cómo Green pone en boca del personaje de Vincent (Victor Ezenfis) determinados chistes lingüísticos que bien podrían pasar por enigmàrius de los que Màrius Serra propone a sus oyentes de Catalunya Ràdio. De hecho, nos regala otro, en vivo y en directo, a los presentes en la Sala Chomón, al traducir cocktail por "cola de gallo".
De todos modos, si algo transmite Le fils de Joseph es espiritualidad (que no misticismo). Más aún: Maria de Medeiros ha hablado de étonnement ('asombro', 'estupefacción'). Esos silencios, junto con lo cuidado del sonido ambiente, son el mejor aliado para tratar una historia de resonancias bíblicas que Eugène Green ha querido relacionar con los nuevos modelos de familia. En ese sentido, el filme vendría a demostrar que la verdadera paternidad tiene poco que ver con la genética y mucho con el afecto. Por eso Vincent decide vengarse de su padre biológico, el editor Oscar Pormenor (Mathieu Amalric), y enseguida se siente atraído por Joseph (el belga Fabrizio Rongione), sin saber que, en realidad, este último es su tío. Claro que, si Vincent, hijo de Joseph y de Marie (Natacha Régnier), el mismo que mortifica a la rata Gargantúa, el mismo que sufre de manía persecutoria hacia Pormenor, el mismo que en determinados momentos parece un personaje de Haneke, debe ser equiparado con Jesús... Entonces se abren un montón de inquietantes posibilidades que nos llevan a pensar cuánto tardarán las fuerzas reaccionarias (la barbarie que tanto detesta Green) en acusarlo de blasfemo. El tiempo lo dirá.
Justo antes de comenzar la proyección de la recién estrenada Le fils de Joseph, Green se dirige a la concurrencia haciendo gala de su sentido del humor: "Mi cine es muy peculiar, por eso no me molestaré si en mitad de la película se levantan ustedes y se marchan: ya estoy acostumbrado." Esto último, por suerte, no llega a suceder (el público de la Filmo sabe lo que se hace...), pero sí que es bastante palpable la primera parte de su afirmación: mirando directamente a cámara, valiéndose del plano contra plano en muchos diálogos, Green obliga a los actores a recitar el texto como lo hubieran hecho los personajes de Corneille o de Racine. Dicha frontalidad ha llevado a Esteve Riambau a decir que el suyo es un cine de la parole, lo que en francés vendría a ser el uso concreto de la lengua.
Texto del que los intérpretes, por cierto, no tienen permitido cambiar ni una coma. Maria de Medeiros bromea al respecto: "Sólo me atreví a sugerirle una pequeña adición una vez... ¡y se lo comenté con tres semanas de antelación!" La frase, todo sea dicho, se mantuvo en el montaje final: es aquella, pronunciada en plena embriaguez durante una fiesta, en la que Violette Tréfouille, la extravagante crítica literaria interpretada por Medeiros, habla de Marcel Proust como si aún viviese y afirma "que últimamente ya no es el que solía".
Viendo El hijo de José es fácil que nos vengan al pensamiento los nombres de Manoel de Oliveira o de Robert Bresson. A requerimiento de un espectador, Green admite la influencia del cineasta francés, si bien en Bresson no hay sentido del humor. Es curioso, al respecto, cómo Green pone en boca del personaje de Vincent (Victor Ezenfis) determinados chistes lingüísticos que bien podrían pasar por enigmàrius de los que Màrius Serra propone a sus oyentes de Catalunya Ràdio. De hecho, nos regala otro, en vivo y en directo, a los presentes en la Sala Chomón, al traducir cocktail por "cola de gallo".
De todos modos, si algo transmite Le fils de Joseph es espiritualidad (que no misticismo). Más aún: Maria de Medeiros ha hablado de étonnement ('asombro', 'estupefacción'). Esos silencios, junto con lo cuidado del sonido ambiente, son el mejor aliado para tratar una historia de resonancias bíblicas que Eugène Green ha querido relacionar con los nuevos modelos de familia. En ese sentido, el filme vendría a demostrar que la verdadera paternidad tiene poco que ver con la genética y mucho con el afecto. Por eso Vincent decide vengarse de su padre biológico, el editor Oscar Pormenor (Mathieu Amalric), y enseguida se siente atraído por Joseph (el belga Fabrizio Rongione), sin saber que, en realidad, este último es su tío. Claro que, si Vincent, hijo de Joseph y de Marie (Natacha Régnier), el mismo que mortifica a la rata Gargantúa, el mismo que sufre de manía persecutoria hacia Pormenor, el mismo que en determinados momentos parece un personaje de Haneke, debe ser equiparado con Jesús... Entonces se abren un montón de inquietantes posibilidades que nos llevan a pensar cuánto tardarán las fuerzas reaccionarias (la barbarie que tanto detesta Green) en acusarlo de blasfemo. El tiempo lo dirá.
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