Director: Pedro Lazaga
España, 1966, 82 minutos
Posición avanzada (1966) de Pedro Lazaga |
"¡Ánimo, muchachos! ¡Que son pocos y no saben español!" Ayuso, el sargento interpretado por Antonio Ferrandis, exhorta a sus soldados con estas palabras en pleno combate, sabedor de que lo importante respecto al enemigo a batir no es que sean republicanos, sino que son extranjeros. Ésa era la consigna a remarcar desde instancias oficiales a mediados de los sesenta, quizá porque, a raíz de la campaña de los "XXV años de paz", iniciada a partir de 1964, la idea de una cierta reconciliación nacional, bajo la égida paternalista de un General Franco presentado como único garante posible de la misma, comienza a abrirse paso.
La "paz" de los cementerios enmarcada en una mera operación de imagen, no hace falta decirlo, pero, a efectos de lo que se muestra en una superproducción rodada en Cinemascope como Posición avanzada, conviene remarcar que la verdadera motivación subyacente no era tanto un aperturismo en ciernes del Régimen, sino más bien una perversa voluntad de reescribir la historia. Desde esa óptica tan particular, la contienda civil no se percibe como la consecuencia de una sublevación militar golpista, sino como el resultado de la injerencia extranjera en nuestros asuntos, básicamente las Brigadas Internacionales y el apoyo soviético al gobierno de la Segunda República.
Es por eso que el Capitán Trueba (José Villasante) aparece retratado como un simpático paisano que no tiene el más mínimo inconveniente en aparcar momentáneamente las hostilidades contra los nacionales para confraternizar, pescar barbos e intercambiar con ellos noticias sobre su familia en Reinosa. Curioso alto el fuego entre enemigos teóricamente irreconciliables y que preludia, con veinte años de antelación, lo que García Berlanga llevará a cabo en La vaquilla (1985).
Tampoco se andan con rodeos a la hora de revelar el pasado republicano de algún soldado franquista. Caso del catalán Javier Martí (Manuel Tejada), auxiliar de cátedra de Literatura en la Universidad de Barcelona y, por ende, el filósofo del grupo. Preguntado sobre por qué no ha hecho el curso de alférez, no tiene más remedio que confesarle a su superior que estuvo en el otro lado hasta hace unos meses, donde era miliciano de la cultura de la 111 brigada mixta. "¡Sí, es que es un poco rojillo, ¿sabe?!" comentará el bonachón de Ayuso con risa nerviosa.
Rodada como si de una cinta de hazañas bélicas se tratase, la espectacularidad de Posición avanzada, con sus constantes explosiones y trávelin en paralelo, encierra, sin embargo, un discurso mucho más profundo, tanto como la guitarra flamenca que sirve de banda sonora: el de alguien que, como el director Pedro Lazaga (de quien en octubre se cumplirá, por cierto, el centenario de su nacimiento), conoce de cerca lo que supone la guerra y que, precisamente por ello, logra sus mejores resultados cuando trata el tema de la camaradería y el sacrificio por una causa.
Similar, en cierto sentido, a producciones anteriores propias [La patrulla (1954)] o ajenas, como Tierra de todos (Antonio Isasi-Isasmendi, 1962), y aun posteriores, caso de La casa de las Chivas (León Klimovsky, 1972), parece mentira que Lazaga dirigiese el mismo año de Posición avanzada una película de tono radicalmente opuesto como La ciudad no es para mí (1966), lo cual nos da una idea bastante precisa de su versatilidad de realizador tanto de proyectos muy personales como de comedias taquilleras al servicio de Paco Martínez Soria.
Tampoco se andan con rodeos a la hora de revelar el pasado republicano de algún soldado franquista. Caso del catalán Javier Martí (Manuel Tejada), auxiliar de cátedra de Literatura en la Universidad de Barcelona y, por ende, el filósofo del grupo. Preguntado sobre por qué no ha hecho el curso de alférez, no tiene más remedio que confesarle a su superior que estuvo en el otro lado hasta hace unos meses, donde era miliciano de la cultura de la 111 brigada mixta. "¡Sí, es que es un poco rojillo, ¿sabe?!" comentará el bonachón de Ayuso con risa nerviosa.
Rodada como si de una cinta de hazañas bélicas se tratase, la espectacularidad de Posición avanzada, con sus constantes explosiones y trávelin en paralelo, encierra, sin embargo, un discurso mucho más profundo, tanto como la guitarra flamenca que sirve de banda sonora: el de alguien que, como el director Pedro Lazaga (de quien en octubre se cumplirá, por cierto, el centenario de su nacimiento), conoce de cerca lo que supone la guerra y que, precisamente por ello, logra sus mejores resultados cuando trata el tema de la camaradería y el sacrificio por una causa.
Similar, en cierto sentido, a producciones anteriores propias [La patrulla (1954)] o ajenas, como Tierra de todos (Antonio Isasi-Isasmendi, 1962), y aun posteriores, caso de La casa de las Chivas (León Klimovsky, 1972), parece mentira que Lazaga dirigiese el mismo año de Posición avanzada una película de tono radicalmente opuesto como La ciudad no es para mí (1966), lo cual nos da una idea bastante precisa de su versatilidad de realizador tanto de proyectos muy personales como de comedias taquilleras al servicio de Paco Martínez Soria.
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