Título original: Maraviglioso Boccaccio
Directores: Paolo y Vittorio Taviani
Italia/Francia, 2015, 120 minutos
Maravilloso Boccaccio (2015) |
Dico adunque che giá erano gli anni della fruttifera Incarnazione del Figliuolo di Dio al numero pervenuti di milletrecentoquarantotto, quando nell’egregia cittá di Firenze, oltre ad ogni altra italica nobilissima, pervenne la mortifera pestilenza, la quale o per operazion de’ corpi superiori o per le nostre inique opere da giusta ira di Dio a nostra correzione mandata sopra i mortali, alquanti anni davanti nelle parti orientali incominciata, quelle d’innumerabile quantitá di viventi avendo private, senza ristare d’un luogo in uno altro continuandosi, inverso l’Occidente miserabilmente s’era ampliata.
Hay pocos planos en Maraviglioso Boccaccio que no parezcan inspirados en algún cuadro del Renacimiento, enfoque pictórico de la puesta en escena que contrasta vivamente con la música de inspiración romántica elegida para la banda sonora, a cargo de Giuliano Taviani (hijo del recientemente fallecido Vittorio) y Carmelo Travia. Lo cual no tiene nada de sorprendente, habida cuenta de que los grandes compositores de la ópera italiana (con Verdi a la cabeza) a menudo buscaron su inspiración en motivos y obras de la antigüedad.
La penúltima entrega de los Taviani nos deja, pues, un regusto entre literario y artístico mucho más cercano al texto adaptado (lo cual no siempre es lo mejor, por cierto) que la personal visión que ya diera Pier Paolo Pasolini sobre El Decamerón a principios de los setenta. En ese sentido, los dos hermanos llevan a cabo un laborioso trabajo de reconstrucción en el que el vestuario, las localizaciones y la fotografía se llevan buena parte de sus esfuerzos.
¿Por qué un proyecto como éste, en apariencia tan alejado de las habituales preocupaciones de tipo social de su cine? Obviamente, son los propios cineastas quienes deberían responder a dicha pregunta. Aun así, no deja de ser llamativo el hecho de que algunos realizadores europeos de su misma generación sintieran un repentino interés por la literatura clásica en el tramo final de sus respectivas carreras. Ya hemos citado en alguna ocasión el caso del francés Éric Rohmer, quien cerraba en 2007 su notable filmografía con Les amours d'Astrée et de Céladon, libre adaptación de la novela río (¡con más de cinco mil páginas!) de Honoré d'Urfé (1568–1625). Probablemente, habiendo llegado a la cima de su talento y en pleno dominio del oficio, la madurez sea el momento oportuno para afrontar retos de tal magnitud.
En cualquier caso, a las escenas iniciales de una Florencia asolada por la peste bubónica (donde algunos familiares se muestran incluso dispuestos a ser enterrados vivos en la fosa común junto a sus seres queridos) les seguirán las plácidas jornadas del bucólico retiro en el que diez jóvenes (siete muchachas y tres varones) matan el aburrimiento explicándose cuentos de muy distinto registro, desde la humorada ligeramente erótica (caso de la superiora que acaba con unos calzones en la cabeza) hasta la historia del necio Calandrino o los avatares del halcón de Federigo degli Alberighi.
Giovanni Boccaccio
Il Decameron
Hay pocos planos en Maraviglioso Boccaccio que no parezcan inspirados en algún cuadro del Renacimiento, enfoque pictórico de la puesta en escena que contrasta vivamente con la música de inspiración romántica elegida para la banda sonora, a cargo de Giuliano Taviani (hijo del recientemente fallecido Vittorio) y Carmelo Travia. Lo cual no tiene nada de sorprendente, habida cuenta de que los grandes compositores de la ópera italiana (con Verdi a la cabeza) a menudo buscaron su inspiración en motivos y obras de la antigüedad.
La penúltima entrega de los Taviani nos deja, pues, un regusto entre literario y artístico mucho más cercano al texto adaptado (lo cual no siempre es lo mejor, por cierto) que la personal visión que ya diera Pier Paolo Pasolini sobre El Decamerón a principios de los setenta. En ese sentido, los dos hermanos llevan a cabo un laborioso trabajo de reconstrucción en el que el vestuario, las localizaciones y la fotografía se llevan buena parte de sus esfuerzos.
¿Por qué un proyecto como éste, en apariencia tan alejado de las habituales preocupaciones de tipo social de su cine? Obviamente, son los propios cineastas quienes deberían responder a dicha pregunta. Aun así, no deja de ser llamativo el hecho de que algunos realizadores europeos de su misma generación sintieran un repentino interés por la literatura clásica en el tramo final de sus respectivas carreras. Ya hemos citado en alguna ocasión el caso del francés Éric Rohmer, quien cerraba en 2007 su notable filmografía con Les amours d'Astrée et de Céladon, libre adaptación de la novela río (¡con más de cinco mil páginas!) de Honoré d'Urfé (1568–1625). Probablemente, habiendo llegado a la cima de su talento y en pleno dominio del oficio, la madurez sea el momento oportuno para afrontar retos de tal magnitud.
En cualquier caso, a las escenas iniciales de una Florencia asolada por la peste bubónica (donde algunos familiares se muestran incluso dispuestos a ser enterrados vivos en la fosa común junto a sus seres queridos) les seguirán las plácidas jornadas del bucólico retiro en el que diez jóvenes (siete muchachas y tres varones) matan el aburrimiento explicándose cuentos de muy distinto registro, desde la humorada ligeramente erótica (caso de la superiora que acaba con unos calzones en la cabeza) hasta la historia del necio Calandrino o los avatares del halcón de Federigo degli Alberighi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario