Director: Jacinto Esteva
España, 1963-1972, 100 minutos
Este país de todos los demonios
¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
Jaime Gil de Biedma
La obra maestra de Jacinto Esteva. La película que tantos años y fatigas le costó, pero que finalmente constituye un hito ineludible en la historia del cine español. Y con más motivo que otros títulos, en tanto que Lejos de los árboles perseguía la nada fácil tarea de explicar en imágenes la esencia de la España profunda. Casi diez años de trabajo intermitente, de peleas y más peleas con la censura, siempre a vueltas por un plano de más o de menos o por la inconveniencia del título inicialmente previsto (el perspicaz verso de Gil de Biedma que encabeza esta entrada).
Lo interesante de Lejos de los árboles es que muchas de sus imágenes permiten entablar un diálogo con otros de los filmes que hemos comentado recientemente. Así, pues, podríamos decir que Esteva lleva a cabo con esta película la antítesis de Duende y misterio del flamenco (1952) de Edgar Neville, ya que la estilizada sublimación (deliciosa, por otra parte) que este último lleva a cabo se basa en similares elementos de nuestra tradición y folclore a los que, en manos del cineasta catalán, van a dar como resultado una bomba de relojería. Baste el ejemplo del cortejo fúnebre que filma Neville en Granada: una estampa conmovedora, que parece sacada de un poema de Lorca, en la que los gitanos acarrean un ataúd blanco sobre sus hombros. Compárese con la rudeza en blanco y negro de las diferentes comitivas que capta el objetivo de Esteva (el féretro descubierto de una monja, los penitentes de alguna remota aldea que se meten vivos en la caja, un difunto al que transportan a lomos de un borrico...) y se comprenderá a qué nos referimos.
Antonio Gades |
También con Juguetes rotos (1966) se podría establecer algún que otro paralelismo, como los espontáneos que saltan al ruedo (unos cinco mil maletillas o aspirantes, según se decía en el documental de Summers) y que Esteva va a presentar con aun mayor crudeza, si cabe. La misma que percibimos en las evoluciones en la plaza de figuras consagradas como "Chamaco" o "El Cordobés". O ya hacia el final, cuando, en un peculiar tablao barcelonés parecido a la Bodega Bohemia y frecuentado por transformistas, un travestí emprende una arriesgada danza con hojas de periódico en llamas pegadas al cuerpo.
Aunque si hay una cita evidente en Lejos de los árboles ésa es la que hace referencia al Buñuel de Las Hurdes (1933): vemos cómo despeñan a un burro desde lo alto de una muralla, estampa terrible y cruel que recuerda a una secuencia análoga de Tierra sin pan en la que interviene una cabra, y acto seguido pasamos a la Semana Santa de Híjar (Teruel), cuya tamborrada no dista gran cosa de la de Calanda. Se trata de un sencillo guiño cinéfilo, pero que al mismo tiempo encierra una triste reflexión a propósito de la fascinación que la violencia y la muerte ejercen sobre las capas más populares de nuestro país.
He vist aquesta peli moltes vegades i sempre m'impressiona. Els anys la milloren.
ResponderEliminarI, a més a més, les seves imatges tenen un valor testimonial similar al de les instantànies del fotògraf Xavier Miserachs, de qui parlàvem l'altre dia.
EliminarGràcies per comentar i fins aviat.