Título original: Touch of Evil
Director: Orson Welles
EE.UU., 1958, 111 minutos (versión restaurada)
Se ha citado hasta la saciedad el largo y complejo plano secuencia inicial de Sed de mal como ejemplo de la maestría de Orson Welles tras la cámara. Ello no debería ocultar, sin embargo, otras muchas virtudes que posee el filme. Como ya sucediera una década antes en El sueño eterno de Howard Hawks o en Retorno al pasado de Jacques Tourneur, Sed de mal se vale de una intrincada trama para redefinir el cine negro y aproximarlo a una concepción cinematográfica más moderna.
Rodada en Venice (California) y no en Tijuana como hubiera preferido Welles, la película está basada en la novela Badge Of Evil de Whit Masterton sobre la que se obraron importantes cambios. Así pues, el protagonista, Mike Vargas, por ejemplo, no era mejicano sino que la mejicana era su esposa. La impecable banda sonora de resonancias latinas corrió a cargo de Henry Mancini. Entre los muchos actores secundarios del reparto cabe citar la participación de Marlene Dietrich como Tana y la de Joseph Cotten en el papel de un médico forense que aparece fugazmente.
Pero en virtud de la maldición que persiguió a su creador durante toda su vida, Orson Welles fue apartado del montaje final una vez más. Motivo por el cual envió un desesperado memorándum a los responsables de la Universal con instrucciones precisas sobre cómo debería montarse el material filmado. Ese documento, conservado, al parecer, gracias a Charlton Heston, sirvió de base para llevar a cabo la versión restaurada de 1998.
Decíamos más arriba que con Sed de mal el film noir hace su entrada en la modernidad. No en vano, cuando la película se proyectó en la Exposición universal de Bruselas suscitó el entusiasmo de Godard y Truffaut, por aquel entonces jóvenes críticos de Cahiers du cinéma e inminentes cineastas, y marcaría claramente el estilo de sus primeros trabajos.
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