Director: Eduardo García Maroto
España, 1939, 98 minutos
Pedro Muñoz Seca y Enrique García Álvarez habían escrito la astracanada homónima que ya se llevó al cine en 1926. En esta ocasión, además de la ya conocida historia de los cuatro amigos que fingen un crucero para librarse de sus aburridas esposas, pero que finalmente acaban de náufragos en una isla desierta, se incluyen diversos números musicales, algunos de ellos de contenido folclórico.
En la primera de las mencionadas actuaciones, destaca el uso del plano cenital, a lo Busby Berkeley, para filmar el viraje de una bailaora flamenca sobre unas figuras geométricas en el suelo. Pese a todo, el modelo confeso de García Maroto era el director francés Réné Clair, de quien toma la idea de mezclar comedia, música y baile.
De entre los actores, los más relevantes son Alberto Romea en el papel de padre serio de la chica, Mary Santpere y, en una de sus primeras apariciones, Fernando Rey. En cuanto a las escenas, por lo "exótico" de su trama resulta especialmente simpática la secuencia del cabaret chino. En fin...
Aunque hoy día una película como Los cuatro robinsones (1939) pueda parecer excesivamente ingenua, no hay que olvidar que la guerra civil española acababa de terminar y que, como es lógico, esta era la forma más fácil de evadirse de la triste realidad. En ese sentido, los chistes que se incluyen en los diálogos son de lo más blanco. Como aquel empleado que, preguntado por su jefe qué le parecería ir a la pesca del bonito, responde: "¡Ir a la pesca del bonito debe ser precioso!" O aquel otro que no duda en afirmar: "¡Antes morir que perder la vida!"
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