Título original: Rendez-vous à Bray
Director: André Delvaux
Francia/Bélgica/Alemania, 1971, 90 minutos
Cita en Bray (1971) de André Delvaux |
Nominada en Chicago y en Berlín, ganadora del prestigioso Premio Louis Delluc, Rendez-vous à Bray logra transmitir fielmente la languidez decadentista del relato de Julien Gracq (1910–2007) en el que se basa. A medio camino entre lo onírico y lo tangible, el belga André Delvaux (1926–2002) acertó a crear la atmósfera necesaria para una película cuyo protagonista es citado por un íntimo amigo en una destartalada mansión que bien podría ser la de Psicosis o, sobre todo, la Manderley de Rebeca. Pero el joven luxemburgués Julien Eschenbach (Mathieu Carrière) sólo encontrará allí a una misteriosa sirvienta de turbadora belleza (Anna Karina).
Visualmente, el filme recrea no pocos elementos de la estética del cine mudo: los títulos de crédito, los fundidos en los que el marco del encuadre se cierra sobre el personaje enfocado o la música de piano, por ejemplo. De hecho, Julien trabaja como pianista en una sala de proyecciones cinematográficas, incluyéndose algunas secuencias de Juve contre Fantômas (1913) de Feuillade.
La banda sonora, con piezas de Brahms o César Franck, también contribuye a ralentizar el tempo y así hacer patente la melancolía que preside la existencia de unos personajes que viven a escasos kilómetros del frente donde tiene lugar la Iª Guerra Mundial. Es el mismo ambiente provinciano y opresivo que Truffaut retratará, años más tarde, en La habitación verde (1978).
Así pues, bastarán los continuos flashbacks de Julien, rememorando la época en la que él, Jacques (Roger Van Hool) y Odile (Bulle Ogier) llevaban una vida ociosa y feliz antes del conflicto, para acabar de materializar la apariencia de ensoñación del filme, puesto que saltando del presente al pasado se contribuye a desdibujar la frontera entre ilusión y realidad.
Delvaux en pleno rodaje |
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