domingo, 22 de noviembre de 2015

Luna de sangre (1952)




Director: Francisco Rovira Beleta
España, 1952, 95 minutos

Luna de sangre (1952) de Rovira Beleta


Ventura, sin dar oídos a su padre, levantó el cadáver, que cargó sobre sus hombros, lo tiró al pozo, se volvió hacia su padre que lo seguía en la agonía de la angustia, le pidió su bendición, se puso de un brinco sobre la tapia del corral que daba al campo, y saltó del otro lado; y el pobre padre, subido sobre el tronco de la higuera, asido a sus ramas, con el corazón oprimido, los ojos desencajados, el pecho sin aliento, vio a su hijo, al ídolo de su corazón, salvar la distancia que separaba al pueblo de un olivar con la ligereza de un ciervo, y desaparecer entre los árboles.

Así termina la primera parte de La familia de Alvareda, novela costumbrista que Fernán Caballero (pseudónimo masculinizante de Cecilia Böhl de Faber) escribiese allá por 1849 y que en el prólogo que le dedicó el Duque de Rivas en mayo de 1856 fue calificada por este de "ramillete de rosas silvestres tan frescas, que conservan en sus hojas las gotas del rocío, y que exhalan sus suavísimos perfumes de pureza, de sentimiento y de verdad".

Muchos, muchos años después, un director de cine catalán (Francisco Rovira Beleta) llevaría a cabo la versión cinematográfica bajo el título de Luna de sangre y protagonizada, entre otros, por Paco Rabal, Paquita Rico, Juan Manuel Soriano e Isabel de Pomés.



Ni que decir tiene que las inacabables descripciones con las que Fernán Caballero pretendía idealizar el ambiente rural andaluz fueron reducidas a la mínima expresión para centrarse exclusivamente en el enfrentamiento suscitado a raíz del intento por parte de Ventura de seducir a Rita, la mujer de Pedro. Todo ello salpimentado, claro está, con números folclóricos en apariencia más o menos flamencos. "Andalucía llora y canta en un drama hondo y racial. ¡La historia de un gran amor!" O al menos así rezaban los programas de mano al uso. Aunque a juzgar por los aplausos (y alguna que otra lágrima furtiva) que ha logrado arrancar al público asistente a la Sala Laya de la Filmoteca de Catalunya, se diría que Luna de sangre aún conserva su gancho al cabo de tanto tiempo.

EPÍLOGO

No puedo resistirme a dejar brevemente constancia de la particular "odisea" vivida esta tarde en la Filmo. En teoría, uno debía haber asistido al preestreno de La academia de las musas de José Luis Guerín. Pero dada la afluencia de público (y lo poco precavido de un servidor, que no pensó en reservar su entrada), lo cierto es que se han agotado las localidades en un visto y no visto y me he quedado, a pesar de hora y media de cola, compuesto y sin musas. Suerte que en la sala contigua los desahuciados hemos sido acogidos (el crítico Jaume Figueras incluido) para poder disfrutar de esta Luna de sangre: al bajar por las escaleras mecánicas que dan acceso a la sala, he tenido la impresión de que la fotografía de tamaño natural de Rovira Beleta que anuncia la exposición que se le dedica estos días me guiñaba un ojo...

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