lunes, 23 de noviembre de 2015

Rojo y negro (1942)




Director: Carlos Arévalo
España, 1942, 76 minutos



HISTORIA DE UNA JORNADA ESPAÑOLA
El vaivén de egoísmos, debilidades y desaciertos que cambió épicas conquistas, asombro del mundo, por batallas perdidas gloriosamente trajo días en los que hasta esta compensación de los débiles se esfumó en un aire de traiciones y desintegración nacional.
1921. Fecha inicial de esta Jornada que como Mañana llena de presagios llevaba el germen de la renunciación a un destino común a todos los españoles.
Nuncio de un Día propicio al Odio y al desconocimiento mutuo que forjaría la trágica Noche en la que el hermano renegaría del hermano y el sol que no se puso nunca se cambiaría en sombra, cubriendo una bandera que parecía arriada definitivamente.
Una genial intuición vislumbró amaneceres mejores con un claro ejemplo de actitud y estilo y la espada, como una luz, rasgó sombras con clarines de victoria, abriendo nueva Aurora de ilusión con sangre e himnos de juventud impetuosa.
Figuras que son símbolos, símbolos con calor de humanidad se suceden en esta Historia de una Jornada española. La Mañana. El Día desembocan con el desfile de sus horas plenas de temores y esperanzas, en la Noche, roja de sangre y negra de Odio, que rompe, al fin en una Aurora triunfante.

La farragosa retórica falangista se hace evidente en los títulos de crédito iniciales, que se cierran con la anterior parrafada: al compás de la trágica música compuesta por el maestro Juan Tellería (también autor, por cierto, del "Cara al sol"), una copa va llenándose hasta rebosar. Y es que si por algo es célebre Rojo y negro es precisamente por lo original de los símbolos de los que se sirvió su director, Carlos Arévalo, para traducir en imágenes la insostenible situación política que se vivió en el periodo inmediatamente anterior y posterior a la guerra civil española: la gota que colma el vaso; la clase política e intelectual que, con sus ojos vendados, da a entender su ceguera; el péndulo que inexorablemente se cierne sobre los destinos de la nación; la checa de la calle Fomento que, careciendo de cuarta pared, deja entrever el interior de sus celdas como si se tratara de una colmena humana... 

Checa de la calle Fomento

Puede que ideológicamente el contenido del filme obedeciese a una finalidad reaccionaria, pero desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico destaca por lo atrevido de su planteamiento en MañanaTarde y Noche (con, incluso, un par de planos robados del Acorazado Potemkin...) De ahí que se imite descaradamente el estilo de ciertos cineastas soviéticos como Eisenstein a la hora de filmar a los líderes revolucionarios que, desde el bando republicano, arengan a las masas con tal de persuadirlas sobre la conveniencia de instaurar la dictadura de los miserables [sic]. Aunque es la democracia parlamentaria en general la que resulta abiertamente ridiculizada ante la incapacidad de los líderes políticos para ponerse de acuerdo entre ellos: en una escena en el Congreso de los Diputados, los ocupantes de los escaños de la derecha se levantan en bloque para decir unánimemente "¡Sí!"; mientras que sus homólogos de la izquierda replican de inmediato para contestar todos a una "¡No!" Y ello, tras un burdo paralelismo en el que pasamos de ver (sin solución de continuidad) a un arlequín, que ameniza la velada de unos zafios burgueses con el típico "¡nada por aquí, nada por allá...!" para acto seguido hacer aparecer un huevo, a escuchar al jefe de Gobierno incurriendo en la misma palabrería hueca.

Parlamentarios cegados por sus ansias de poder

En todo caso, tras apenas unas semanas en las salas de exhibición (y a pesar de haber superado la censura sin mayores problemas) Rojo y negro fue retirada por siempre jamás de la cartelera. Se ha especulado mucho sobre cuál pudo ser el verdadero motivo de su caída en desgracia: la pérdida de relevancia de los sectores falangistas en el poder, tal vez el hecho de preguntarse por el origen de la contienda fratricida y creer hallarlo en cómo unos y otros percibieron el conflicto de Marruecos, la visión excesivamente humana que se da del bando de los vencidos (en especial de Miguel, el comunista interpretado por un jovencísimo Ismael Merlo, enamorado de una falangista -Luisa, a la que da vida la actriz Conchita Montenegro- y que morirá acribillado por los suyos y con los brazos en cruz, gesto que pudo considerarse sacrílego)... En fin, ¿quién sabe? Lo único cierto es que, habiéndose dado por perdida, al cabo de muchos años (en 1994, en concreto) apareció casualmente una copia que permitiría su posterior restauración.

Miguel (Ismael Merlo) y Luisa (Conchita Montenegro)


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