lunes, 30 de noviembre de 2015

Ella, él y sus millones (1944)




Director: Juan de Orduña
España, 1944, 100 minutos

Ella, él y sus millones (1944) de Juan de Orduña


Aunque a muchos pueda sorprenderles, el cine español de los años cuarenta tuvo también sus conatos de screwball comedy. En la superproducción Cifesa Ella, él y sus millones se dan cita los ingredientes necesarios para ello: un rico hacendado obsesionado con emparentar con la nobleza a toda costa y al precio que sea, unos duques arruinados dispuestos a todo con tal de reflotar su maltrecha economía, diálogos rapidísimos y brillantes, lujosos salones de baile y una cabra. ¡Ah...! Y Pepe Isbert, que siempre viene bien para que las comedias sean todavía más ocurrentes.

Los estrafalarios hijos del duque de Hinojares: Loyola, Noemí y Diana

El guion se basó en la obra de teatro Cuento de hadas de Honorio Maura y fue desarrollado por Alfredo Echegaray, Manuel Tamayo y el propio Juan de Orduña. La película contó, además, con la participación de Francisco Rovira Beleta (futuro director catalán del que últimamente hemos comentado varios títulos de su filmografía) en tareas de ayudante de dirección.

Pero concretando un poco los ingredientes arriba expuestos, sería preciso destacar especialmente el ampuloso e inacabable discurso sobre si el rey Favila de Asturias murió o no "a manos" de un oso, que don Ramón, duque de Hinojares, (magnífico Pepe Isbert) prepara con la ayuda de su secretaria: curiosamente, su hija en la vida real (María Isbert). O cómo Salazar encarga a Carlos, marqués de Minares y yerno del anterior, que le busque alguna mujer de la nobleza para casarse con ella (con el consiguiente mosqueo de Ana María, esposa de Carlos, quien, al ver que su marido tantea ahora a una o a otra, se teme que ya no la quiere). Y, ¿qué decir de Dimas el mayordomo (Fernando Freyre de Andrade) y su portentosa vis cómica?

El actor Rafael Durán encarna a Arturo Salazar

En la crítica firmada por Miguel Ródenas con motivo del estreno de Ella, él y sus millones en los cines Rialto, el autor se expresaba en los siguientes términos: "Es cuento, o farsa cinematográfica, que en sus tres primeras partes ya quisieran tener como apoyatura para lograr una de esas películas que emboban a los espectadores papanatas, esos 'films' que tienen su origen en los Estudios de Hollywood". Luego pasa a encomiar los suntuosos interiores, la labor del director y la de los actores, aunque considera superflua alguna escena cómica que alarga innecesariamente el metraje y sin las que, a su juicio, la cinta sería perfecta.


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