Título original: Filmworker
Director: Tony Zierra
EE.UU., 2017, 94 minutos
Filmworker. A la sombra de Kubrick (2017) de Tony Zierra |
Quien haya visto Barry Lyndon (1975) recordará, sin duda, la aciaga existencia que le tocaba vivir al joven Lord Bullingdon a la sombra de su padrastro. Lo que quizá no sepa tanta gente, y por ello resulta tan esclarecedor el presente documental, es que tras aquel personaje se escondía una joven promesa de la interpretación que, sin embargo, prefirió renunciar a su carrera de actor para dedicarse en cuerpo y alma a ejercer de mano derecha de Stanley Kubrick.
Su nombre era y es Leon Vitali (Leamington Spa, Warwickshire, 1948) y durante más de dos décadas cargó sobre sus espaldas con la responsabilidad de satisfacer hasta el más mínimo deseo de un genio tan perfeccionista como absorbente. Ésa es, al menos, la línea que plantea Filmworker, dando a entender que Vitali se dejó exprimir hasta lo indecible por el ego de su mentor. De hecho, cuando éste no quería dar la cara era capaz de usar el nombre de su ayudante, llegando incluso a encargarle la siempre ingrata tarea de tener que comunicarle a algún miembro del reparto (caso del primer actor que se contrató para el papel de Sargento Hartman en La chaqueta metálica) que se iba a prescindir de sus servicios.
Aunque si hay que hacer caso de lo que aquí se cuenta, Leon Vitali logró acumular tantos cometidos, lo mismo en el ámbito de la producción que en el de la distribución de los filmes de Kubrick, que trabajaba para el maestro veinticuatro horas diarias, siete días a la semana. Y se encargaba con igual diligencia del casting o de supervisar cada nueva copia que salía de los laboratorios que de controlar todos los doblajes y el correspondiente tráiler (cada uno distinto) para enviarlos hasta el último rincón del planeta.
Con su aspecto de vieja estrella del rock, Vitali, que atesora centenares de documentos y material inédito procedente de los rodajes, deja entrever, sin embargo, alguna que otra espina clavada a través de su inquebrantable lealtad. Como el hecho de que no le invitasen oficialmente a la apertura en Los Ángeles de la exposición sobre el director que precisamente ahora se encuentra de paso en Barcelona. O el haber sacrificado su propia vida familiar para seguir ciegamente a alguien que podía ser afable u obsesivo a partes iguales. Lo cual no impide, a pesar de los pesares, que Vitali considere su trayectoria junto a Kubrick como una experiencia que valió realmente la pena. A happy ending, indeed!
Una historia realmente curiosa.
ResponderEliminarSaludos.
Sobre todo por el contraste entre los testimonios, que retratan a Kubrick como un ser egocéntrico y absorbente, y el síndrome de Estocolmo del que hace gala Vitali en sus declaraciones, refiriéndose al director de "2001" como una especie de padre que le permitió sentirse realizado humana y profesionalmente.
EliminarGracias por tu comentario y hasta pronto.