domingo, 27 de enero de 2019

Las hermanas Brontë (1979)




Título original: Les sœurs Brontë
Director: André Téchiné
Francia, 1979, 120 minutos

Las hermanas Brontë (1979) de A. Téchiné


Es inútil aconsejar calma a los humanos cuando experimentan esa inquietud que yo experimentaba. Si necesitan acción y no la encuentran, ellos mismos la inventarán. Hay millones de seres condenados a una suerte menos agradable que la mía de aquella época y esos millones viven en silenciosa protesta contra su destino. Nadie sabe cuántas rebeliones, aparte de las políticas, fermentan en los ánimos de las gentes. Se supone, generalmente, que las mujeres son más tranquilas; pero la realidad es que las mujeres sienten igual que los hombres, que necesitan ejercitar sus facultades y desarrollar sus esfuerzos como sus hermanos masculinos, aunque ellos piensen que deben vivir reducidas a preparar budines, tocar el piano, bordar y hacer punto, y critiquen o se burlen de las que aspiran a realizar o aprender más de lo acostumbrado en su sexo.

Charlotte Brontë
Jane Eyre
Capítulo 12
Traducción de E. Vergara

El gélido páramo en el que las hermanas Brontë situaran la acción de buena parte de sus novelas sirvió asimismo para que el cineasta francés André Téchiné rodase los exteriores de esta formidable recreación biográfica de sus vidas.

Hasta cierto punto deudora de la senda trazada previamente por el François Truffaut de Les deux Anglaises et le continent (1971), no hay detalle a propósito de las respectivas trayectorias de Emily (1818–1848), Charlotte (1816–1855) y Anne (1820–1849) que Les sœurs Brontë no recoja puntualmente. Así pues, la incomprensión paterna, la autodestructiva personalidad de su hermano Branwell (interpretado por Pascal Greggory) o el puritanismo de una sociedad tradicionalmente patriarcal que, al no ver con buenos ojos las inclinaciones literarias de las tres, terminará por forzarlas a publicar bajo seudónimo masculino.



Un excelente trabajo interpretativo el que lleva a cabo el trío Adjani, Pisier, Huppert en los papeles protagonistas, pero que, en lo concerniente a los secundarios, nos depara alguna que otra sorpresa, como ver nada menos que a todo un Roland Barthes (1915–1980) metiéndose en la piel de otro célebre escritor: William Makepeace Thackeray (1811–1863).

El revuelo que la edición de sus obras levantó en los elitistas círculos literarios de la época podría muy bien compararse con una auténtica revolución, habida cuenta de cómo sus venerables miembros, todos ellos hombres, se devanan los sesos intentando averiguar la verdadera identidad que se esconde tras ellas y si son tres personas distintas o una sola las responsables de la autoría.


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