Director: Marcel L'Herbier
Francia, 1921, 100 minutos
El Dorado (1921) de Marcel L'Herbier |
La Sociedad Flamenca Barcelonesa El Dorado, que debe su nombre a la película que nos disponemos a comentar, organiza el ciclo de proyecciones que arrancaba esta tarde en la Filmoteca de Catalunya. Y para abrir ha contado con la presencia estelar del pianista cordobés Alfonso Aroca (Mengíbar, Jaén, 1981), quien ha puesto el colorido de su talento al servicio de las imágenes que filmara Marcel L'Herbier en la Granada de 1921.
Es éste un melodrama pergeñado bajo los auspicios de la casa Gaumont y en el que tuvieron cabida todos los tópicos habidos y por haber en el ámbito del andalucismo de postal o, si se prefiere, de "charanga y pandereta", por utilizar el término que acuñara Antonio Machado. No faltan, pues, un niño gravemente enfermo, una madre soltera dispuesta a todo tipo de sacrificios con tal de salvarlo, un señorón de alto copete que la repudia y, por último, un ventorrillo pintoresco por el que irán desfilando las primeras figuras de la escena flamenca local.
Como es obvio, y en aras de saciar la sed de exotismo del público francés para el que originalmente fue concebida la película, L'Herbier retrata enclaves tan fotogénicos como la Alhambra o la Giralda de Sevilla, aunque lo que más le interesa subrayar al director es el patetismo de Sibilla (Ève Francis) en sus múltiples arrebatos pasionales, en especial durante el clímax que supone la escena del suicidio.
Puede que los aspavientos de la heroína muda no hayan acusado demasiado bien el envite del paso del tiempo o que la imagen de una Andalucía romántica y arquitectónica no se corresponda ya con la sensibilidad imperante hoy en día. Pero con todo y con eso El Dorado mantiene intacta la fuerza visual de la poesía que destilan sus imágenes: una sutileza cuyo origen se remonta al movimiento impresionista y a la que el intrépido Marcel L'Herbier (1888–1979) supo insuflar nueva vida dotándola de movimiento.
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