sábado, 5 de enero de 2019

Gosford Park (2001)

















Director: Robert Altman
Reino Unido/EE.UU./Italia, 2001, 131 minutos

Gosford Park (2001) de Robert Altman

Como el buen vino, la maestría de Robert Altman tras la cámara fue en aumento con los años hasta llegar a su punto álgido en esta película coral (¡cómo no, tratándose de él!) que acaparó hasta siete nominaciones a los premios de la Academia, aunque finalmente sólo obtendría un Óscar, al mejor guion, escrito por Julian Fellowes.

Comparada con La règle du jeu (1939) de Renoir y las novelas de misterio de Agatha Christie, lo cierto es que también podría decirse que es, salvando las distancias, el equivalente británico de La escopeta nacional (1978). No en vano, tanto Altman como Berlanga convierten sus respectivos filmes en una especie de ballet, milimétricamente planificado, en el que de continuo entran y salen personajes, filmados con la ayuda de largos y complejos planos secuencia.



Por otra parte, uno de los aciertos de Gosford Park es ese paralelismo que plantea entre señores y criados y cómo unos y otros, cada cual en su parcela, acaban rigiéndose según un orden jerárquico bastante similar. En ese aspecto, la película no deja de ser una radiografía bastante irónica de la aristocracia británica, sobre todo en contraste con los glamurosos huéspedes hollywoodenses, encabezados por Ivor Novello, que se alojarán en la mansión familiar durante un ajetreado fin de semana.

Y, al final, ¿quién es el asesino? Pues tampoco es que importe demasiado, ya que, en la tradición del suspense al más puro estilo Hitchcock, la muerte del patriarca McCordle no es más que el Macguffin o pretexto para hacer que la acción avance. Lo importante de veras no es eso, ni mucho menos, sino ahondar en ese baile de máscaras —a veces trágico, a veces cómico y siempre hipócrita— que es la condición humana.


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