domingo, 27 de septiembre de 2015

Los exiliados románticos (2015)




Director: Jonás Trueba
España, 2015, 70 minutos

Desde la tierra mítica de Grecia
llegó hasta el norte el soplo que la anima
y en el norte halló eco, entre las voces
de poetas, filósofos y músicos: ciencia
del ver, ciencia del saber, ciencia del oír. Mozart
es la gloria de Europa, el ejemplo más alto
de la gloria del mundo, porque Europa es el mundo.

Luis Cernuda



Nacido Jonás Rodríguez Huete (Madrid, 1981), Jonás Trueba va camino de convertirse en digno heredero de la saga iniciada por su padre (Fernando) y continuada por su tío (David). De momento son ya tres los largometrajes firmados por el menor de la estirpe (Todas las canciones hablan de mí, 2010, y Los ilusos, 2013, fueron las anteriores).

En Los exiliados románticos vuelve a contar con varios de sus actores de confianza (Francesco Carril, Vito Sanz o la suiza Isabelle Stoffel) a los que ahora se unen la italiana Renata Antonante y el televisivo Luis E. Parés (colaborador habitual de Historia de nuestro cine en La 2 de TVE). Su director define este último trabajo como una película rodada "sobre la marcha" y a buen seguro que el calificativo es bastante certero si se tiene en cuenta que sus tres protagonistas masculinos dedican doce días a viajar desde Madrid hasta París (haciendo escala, previamente, en Toulousse y, posteriormente, en Annecy) a bordo de una destartalada furgoneta Volkswagen.

Una vez allí, se van a reencontrar con antiguos amores de juventud que han ido a buscar expresamente. De ahí el título, que además coincicide con el de un libro del historiador británico Edward Hallett Carr (Londres, 1892-1982). Asimismo, las tres ciudades elegidas están históricamente vinculadas con el exilio español republicano. También de la italiana Natalia Ginzburg se habla bastante, en especial de su libro de cuentos Las pequeñas virtudes, publicado originalmente en 1962. Como se ve, las referencias literarias son constantes: todavía, en los créditos finales, se incluirá una cita de Blaise Pascal.



Se palpa muchísimo amor por el cine y la cultura franceses en Los exiliados románticos, lo cual no es de extrañar viniendo de un Trueba (es conocida la debilidad, tanto de David como de Fernando, por todo lo procedente del país galo). Así pues, no sólo los exteriores se han rodado en Francia (especialmente en su capital) sino que en los títulos de crédito se ha jugado con los colores de la bandera de aquel país (como puede observarse más arriba, en la primera imagen que precede esta entrada).



En su frescura y canto a la juventud, la película de Jonás Trueba conecta tanto con el espíritu de la Nouvelle vage como con algunas de las producciones independientes más recientes del cine francés (2 otoños 3 inviernos o La chica del 14 de julio serían buenos ejemplos). También contiene algo, si bien en menor grado, de la calma zen del coreano Sang-soo Hong. Ficción y realidad se mezclan a partes iguales. Por eso los personajes se llaman exactamente como los actores que los encarnan. Hay, en ese sentido, una aparición del también director Sigfrid Monleón interpretándose a sí mismo en el transcurso de una cena en la que Luis admite estar escribiendo una tesis doctoral sobre el exilio (exactamente igual que Luis E. Parés en la vida real).

Desayunando a orillas del Garona en Toulousse (con el Pont Neuf al fondo)
Luis E. Parés (sin barba) flanqueado por Isabelle y Renata
y (con barba) a la derecha de Francesco Carril
Renata Antonante e Isabelle Stoffel en el lago de Annecy


Otro de los rasgos que ponen de manifiesto la esencia libre del film son las canciones de Tulsa cantadas por Miren Iza y cuyas letras actúan en cierta manera de guion oficioso. De hecho, en Los ilusos se incluía también música en directo, lo cual supone una puesta en escena a veces cercana a la estética del videoclip. Y ¿qué decir, por otra parte, de su carácter políglota? En Los exiliados románticos se incluyen diálogos en italiano, francés, inglés e, incluso, en alemán. Nada extraño tratándose de una generación cuya patria será, sin duda, el mundo.

Aunque rodada con una cámara de fotos (¿quién lo diría?), esto es, en fin, lo que deparará la película de Jonás Trueba a quien quiera subirse a la furgoneta: soñar es libre y Francia está a un tiro de piedra. ¿A quién no le apetece liberarse de convencionalismos innecesarios a estas alturas para darse un chapuzón en un lago de aguas cristalinas?

El director Jonás Trueba

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