Director: Basilio Martín Patino
España, 1966, 90 minutos
Esta es la historia de un español que quiere vivir, y a vivir empieza...
Mediante esta cita inicial de inspiración machadiana, el salmantino Basilio Martín Patino (perdón por la rima fácil) debutaba en el largometraje de ficción con Nueve cartas a Berta, originalísimo film (en lo que se refiere al lenguaje cinematográfico) que obtuvo la Concha de plata a la mejor dirección novel en el Festival de cine de San Sebastián de 1966.
... también Berta había nacido después de la guerra, pero fuera de su país.
Lorenzo Carvajal (Emilio Gutiérrez Caba) ha pasado el verano en Inglaterra, donde ha conocido a Berta, la hija de José Caballeira, un intelectual republicano exiliado. Ha regresado, por tanto, deslumbrado por nuevas formas de ver la realidad que contrastan con el ambiente provinciano e inmovilista que se respira en Salamanca. Los títulos de crédito iniciales del film (formados por la música de clavicordio de Carmelo Bernaola, estampas de inspiración medieval que muestran grabados de la ciudad y una breve sinopsis sobreimpresionada) sirven para contextualizar la historia que a continuación se nos va a contar.
Otros ocho epígrafes jalonarán la narración:
2. El rosario en familia.
3. A la sombra de las piedras doradas.
4. La noche.
5. Un domingo por la tarde.
6. La excursión.
7. Pretérito imperfecto.
8. Tiempo de silencio.
9. Un mundo feliz.
Todos en la ciudad, incluso su madre (Mary Carrillo) y su novia (Elsa Baeza), notan enseguida que el muchacho ha vuelto cambiado. Pero es el espectador quien desde el primer minuto sabe exactamente por qué, debido a la constante voz en off que representa los pensamientos de Lorenzo. En realidad, se trata de las nueve cartas del título y que, conforme se vayan escribiendo, servirán para estructurar el relato. "Es como si todo esto no tuviera ya sentido, como si sólo existieras tú", le llega a escribir a Berta al mismo tiempo que lo vemos besar a Mary Tere. En dicha dicotomía reside buena parte del acierto del film: el cuerpo de Lorenzo está en España, pero su pensamiento se quedó en Londres, hecho que provoca un desajuste entre lo que vemos que pasa en Salamanca y lo que realmente tiene ocupado al protagonista.
La imagen se ralentiza y hasta se queda congelada a menudo, quizá como las instantáneas que Lorenzo proyecta tomar para enviárselas a Berta. "¡Qué vacía me parece la Ciencia frente a la realidad del más allá [...] Un intelectual está siempre en riesgo de perder su alma por exceso de saber baldío. No quieras saber más de lo que debes saber". La frase pertenece al padre Echarri (Fernando Sánchez Polack) durante los ejercicios espirituales y representa a la perfección esa mentalidad oscurantista y mojigata que contrasta con la nostalgia pesimista del viejo exiliado, catedrático en Harvard, que se emociona al charlar con los jóvenes estudiantes y que prorrumpe en un emotivo e involuntariamente irónico: "¡No saben qué suerte tienen ustedes de vivir en un sitio como este! ¡Aprovéchenlo! ¡Si supieran cuánto se echa de menos!"
Y luego la escapada a Madrid, con su ambiente más cosmopolita, y vuelta otra vez a Salamanca junto con Jacques (Iván Tubau) y su novia rusa, para que los padres de Lorenzo, ridículamente escandalizados, se nieguen a hospedarlos. Y la madre, hecha una fiera: "¡Adefesio! ¡Existencialista!" Le roban, en fin, las cartas que Berta le ha ido enviando en respuesta a las suyas. Berta, cuya presencia lo inunda todo sin aparecer ni un instante en pantalla. Y el consuelo del profesor Astudillo. Y Lorenzo que se acaba resignando a dejarse engullir por la abulia que lo rodea...
Por otra parte, hasta en tres ocasiones a lo largo del film se hace alusión explícita a Antonio Machado, por aquel entonces (justo antes de que Serrat lo popularizara) un símbolo del exilio republicano. En definitiva, no hay ni una sola línea de Nueve cartas a Berta que no sea admirable en su capacidad de reflejar un ambiente y una época.
Mediante esta cita inicial de inspiración machadiana, el salmantino Basilio Martín Patino (perdón por la rima fácil) debutaba en el largometraje de ficción con Nueve cartas a Berta, originalísimo film (en lo que se refiere al lenguaje cinematográfico) que obtuvo la Concha de plata a la mejor dirección novel en el Festival de cine de San Sebastián de 1966.
... también Berta había nacido después de la guerra, pero fuera de su país.
Lorenzo Carvajal (Emilio Gutiérrez Caba) ha pasado el verano en Inglaterra, donde ha conocido a Berta, la hija de José Caballeira, un intelectual republicano exiliado. Ha regresado, por tanto, deslumbrado por nuevas formas de ver la realidad que contrastan con el ambiente provinciano e inmovilista que se respira en Salamanca. Los títulos de crédito iniciales del film (formados por la música de clavicordio de Carmelo Bernaola, estampas de inspiración medieval que muestran grabados de la ciudad y una breve sinopsis sobreimpresionada) sirven para contextualizar la historia que a continuación se nos va a contar.
Otros ocho epígrafes jalonarán la narración:
2. El rosario en familia.
3. A la sombra de las piedras doradas.
4. La noche.
5. Un domingo por la tarde.
6. La excursión.
7. Pretérito imperfecto.
8. Tiempo de silencio.
9. Un mundo feliz.
Todos en la ciudad, incluso su madre (Mary Carrillo) y su novia (Elsa Baeza), notan enseguida que el muchacho ha vuelto cambiado. Pero es el espectador quien desde el primer minuto sabe exactamente por qué, debido a la constante voz en off que representa los pensamientos de Lorenzo. En realidad, se trata de las nueve cartas del título y que, conforme se vayan escribiendo, servirán para estructurar el relato. "Es como si todo esto no tuviera ya sentido, como si sólo existieras tú", le llega a escribir a Berta al mismo tiempo que lo vemos besar a Mary Tere. En dicha dicotomía reside buena parte del acierto del film: el cuerpo de Lorenzo está en España, pero su pensamiento se quedó en Londres, hecho que provoca un desajuste entre lo que vemos que pasa en Salamanca y lo que realmente tiene ocupado al protagonista.
La imagen se ralentiza y hasta se queda congelada a menudo, quizá como las instantáneas que Lorenzo proyecta tomar para enviárselas a Berta. "¡Qué vacía me parece la Ciencia frente a la realidad del más allá [...] Un intelectual está siempre en riesgo de perder su alma por exceso de saber baldío. No quieras saber más de lo que debes saber". La frase pertenece al padre Echarri (Fernando Sánchez Polack) durante los ejercicios espirituales y representa a la perfección esa mentalidad oscurantista y mojigata que contrasta con la nostalgia pesimista del viejo exiliado, catedrático en Harvard, que se emociona al charlar con los jóvenes estudiantes y que prorrumpe en un emotivo e involuntariamente irónico: "¡No saben qué suerte tienen ustedes de vivir en un sitio como este! ¡Aprovéchenlo! ¡Si supieran cuánto se echa de menos!"
Y luego la escapada a Madrid, con su ambiente más cosmopolita, y vuelta otra vez a Salamanca junto con Jacques (Iván Tubau) y su novia rusa, para que los padres de Lorenzo, ridículamente escandalizados, se nieguen a hospedarlos. Y la madre, hecha una fiera: "¡Adefesio! ¡Existencialista!" Le roban, en fin, las cartas que Berta le ha ido enviando en respuesta a las suyas. Berta, cuya presencia lo inunda todo sin aparecer ni un instante en pantalla. Y el consuelo del profesor Astudillo. Y Lorenzo que se acaba resignando a dejarse engullir por la abulia que lo rodea...
Por otra parte, hasta en tres ocasiones a lo largo del film se hace alusión explícita a Antonio Machado, por aquel entonces (justo antes de que Serrat lo popularizara) un símbolo del exilio republicano. En definitiva, no hay ni una sola línea de Nueve cartas a Berta que no sea admirable en su capacidad de reflejar un ambiente y una época.
Elsa Baeza (Mary Tere) y Emilio Gutiérrez Caba (Lorenzo) |
La ciudad de Salamanca es el otro gran protagonista del filme |
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