domingo, 29 de septiembre de 2019

Extramuros (1985)




Director: Miguel Picazo
España, 1985, 114 minutos

Extramuros (1985) de Miguel Picazo


Extramuros la luna se detuvo. Más allá del Camino Real quedó inmóvil sobre la ciudad, encima de sus torres y murallas, dominando los prados empinados donde cada semana se alzaban las fugaces tiendas del mercado. Los recios muros revelaban ahora la trama de sus flancos, sus cuadrados remates, sus puertas blasonadas, con sus luces de pez y estopa, movidas por el aliento solemne de las ráfagas. De lejos llegaba intermitente el rumor del río, dando vida a la noche, la voz de la llanura estremecida, el opaco silencio de la tierra, de las lomas peladas y de los surcos yermos.

Jesús Fernández Santos
Extramuros

Acostumbrados a la imagen edulcoradamente beatífica que el cine franquista ofreció, con reiterada insistencia, tanto de monjas como de novicias, la irrupción, ya en plena democracia y alentadas por la Ley Miró, de producciones en la línea de la televisiva Teresa de Jesús (1984) de Josefina Molina o esta Extramuros, basada en la novela homónima de Jesús Fernández Santos, supuso un punto de inflexión por lo novedoso de su enfoque, desprovisto de mojigatería y destinado a marcar una época.

Efectivamente, Miguel Picazo ponía con esta película el broche de oro a una trayectoria exigua en títulos, pero jalonada, en cambio, por obras maestras de la altura de La tía Tula (1964), válida, por sí sola, para justificar toda una carrera.



Dos elementos marcan el inusual atractivo de este filme, ambientado en un mísero convento del siglo XVI: por una parte, la osadía de sor Ángela (Mercedes Sampietro), capaz de infligirse unas llagas en las palmas de sus manos para, haciéndolas pasar por señal divina, atraer sobre los bienes abadengos una popularidad que quizá alivie, en forma de donativos, la maltrecha situación económica que están atravesando; por otra, el amor que se profesan la ya mencionada sor Ángela y sor Ana (Carmen Maura), "dos soledades que se juntan", en palabras del propio Picazo.

Sin embargo, y en las antípodas de lo que un determinado cine del período de la Transición habría hecho con esta historia, dicho afecto carece por completo de cualquier morbosidad de tipo lésbico, siendo el suyo un cariño puro, avanzado a su tiempo por lo que tiene de elogio de una feminidad que lucha, en vano, por emanciparse del yugo de "hermanas y prioras".


No hay comentarios:

Publicar un comentario