viernes, 6 de septiembre de 2019

El cuchillo en el agua (1962)




Título original: Nóz w wodzie
Director: Roman Polanski
Polonia, 1962, 94 minutos

El cuchillo en el agua (1962) de Roman Polanski


Aderezada con los compases jazzísticos de Krzysztof Komeda —aquel pianista genial que falleció prematuramente hace justo medio siglo— arranca la acción de El cuchillo en el agua. Y lo hace de un modo tan peculiar como significativo: un matrimonio conduce su pequeño Peugeot a orillas de un lago, pero, al hallarse la cámara situada en el exterior, no podemos escuchar lo que están diciendo, con lo que se rompe una de esas convenciones absurdas del cine clásico. Y es curioso porque, lejos de ser un filme realista al uso, lo que demuestra con ello el debutante Roman Polanski es su plena conciencia de ser un autor, alguien con una visión propia sobre cómo contar historias mediante imágenes.

Apenas tres personajes, encerrados en espacios claustrofóbicos como puedan ser el interior de un vehículo o el camarote de un barco. El planteamiento de El cuchillo en el agua obedece a una puesta en escena camerística que se presta a múltiples interpretaciones, tanto políticas como antropológicas, pero que giran, todas ellas, en torno al concepto de poder: el hombre joven que aspira a derrocar al viejo, quien, a su vez, se afana en preservar su estatus dominante frente a la mujer y al propio advenedizo.



Y, en claro contraste con los ambientes herméticos, la inmensidad de las aguas confiere al conjunto una quietud inquietante (valga el oxímoron) que avivará entre los protagonistas oscuros deseos y violentas pasiones. En ese sentido, si ya se intuían desavenencias entre Andrzej (Leon Niemczyk) y Krystyna (Jolanta Umecka), es la irrupción de un impetuoso tercero en discordia lo que va a desencadenar los hechos.

Además de haber sido candidata al Óscar, o precisamente por ello, la cinta de Polanski (de hecho, la única que ha dirigido en Polonia) catapultó a su director a una fama que lo alejaría definitivamente de su país para continuar el resto de una brillantísima carrera en el extranjero. En cualquier caso, el filme se ha convertido en título de culto por excelencia, objeto de remakes lamentables como Travesía mortal (Dead in the Water, 2002) del brasileño Gustavo Lipsztein, pero también de inspiración no confesa para Orson Welles en The Deep (1970), teóricamente basada en una novela de Charles Williams y de la que el australiano Phillip Noyce haría una nueva versión titulada Calma total (Dead Calm, 1989).


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