Título original: Lykke-Per
Director: Bille August
Dinamarca, 2017, 162 minutos
Un hombre afortunado (2018) de Bille August |
Una lectura freudiana de Lykke-Per (2018) explicaría la trascendencia que la figura paterna ejerce sobre la posterior trayectoria del protagonista. En especial a causa de ese autoritarismo típicamente luterano que actuará como motor para que el joven se desentienda de su familia y desarrolle una ambición desmesurada que lo conducirá hasta Copenhague con la firme voluntad de llevar a cabo monumentales proyectos de ingeniería que hagan de Dinamarca un país próspero y moderno.
Lo cual distará de ser un camino de rosas precisamente, habida cuenta de las ideas revolucionarias de Per (Esben Smed) en materia de energías renovables o costosos sistemas de canalización: sueños de un visionario que van a topar con la intransigencia de la misma élite danesa que podría sufragar los gastos si su intolerancia decimonónica no se lo impidiese.
De modo que la historia se repite y ahora es un alto funcionario del Gobierno quien, con su arrogancia, inspirará en Per la misma aversión visceral hacia la autoridad que ya le provocara su propio padre. Y así, cegado por el orgullo, asciende como la espuma para después volver a caer en la miseria más absoluta...
Pese a estar basado en una obra del Premio Nobel Henrik Pontoppidan (1857–1943), la impronta de Ingmar Bergman se deja sentir en no pocos aspectos de este filme, luego convertido en miniserie televisiva. De hecho, el realizador Bille August dirigió a principios de los noventa un guion inédito del sueco titulado Las mejores intenciones (Den goda viljan, 1992) con el que Lykke-Per guarda bastantes similitudes, básicamente en lo que atañe a la rebeldía del protagonista contra la inflexible rectitud de un padre pastor protestante.
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