Título original: Valley of the Dolls
Director: Mark Robson
EE.UU., 1967, 123 minutos
En el argot norteamericano de los narcóticos, durante los ácidos días de la ya de por sí convulsa década de los sesenta, la metadona era conocida como doll ('muñeca') dada su similitud fonética con Dolophine, marca bajo la que dicha droga era comercializada. De ahí que el, en apariencia, inocente título del best-seller de Jacqueline Susann (1918–1974) se preste a un juego de palabras más que revelador, en alusión a las adicciones en las que tanto viejas glorias como aspirantes al estrellato se verán atrapadas.
La adaptación cinematográfica de la novela, dirigida por el canadiense Mark Robson, supuso un sonado éxito de taquilla pese a ser mucho más light en su contenido que el libro, llegando a recaudar cincuenta millones de dólares en todo el mundo (rodarla había costado cinco...) La banda sonora, por otra parte, a cargo de John Williams, le valió al compositor la primera de la larga serie de nominaciones que atesora. Sin embargo, ni la crítica ni el paso del tiempo han sido clementes con una cinta que, tres años después de su estreno, tendría una secuela dirigida por Russ Meyer: Más allá del valle de las muñecas (1970).
De lo primero no hay por qué sorprenderse, habida cuenta de la absoluta falta de credibilidad de unas interpretaciones que han hecho que la película figure habitualmente en las listas de peores filmes de la historia. Y de cómo el más de medio siglo transcurrido desde su estreno tampoco ha contribuido a revalorizarla dan fe los abultados tupés esculpidos a golpe de laca que lucen las actrices, entre las que destaca la hermosa Sharon Tate, ajena al aciago final que le esperaba, en un papel inspirado parcialmente en Marilyn Monroe.
Porque, siguiendo la senda marcada previamente por títulos como Ha nacido una estrella, ése había de ser el atractivo de una historia basada en las biografías de algunas de las "muñecas rotas" más célebres de Hollywood, con Judy Garland a la cabeza, quien, irónicamente, se rumorea que fue despedida del set de rodaje de Valley of the Dolls por culpa de la misma dependencia del alcohol y las pastillas que se pretendía reflejar en la pantalla. Su puesto lo ocuparía Susan Hayward, encargada de dar vida a Helen Lawson: una artista en horas bajas, pero dispuesta a todo con tal de mantener a ralla a las jóvenes arribistas que se disputan su reinado.
La adaptación cinematográfica de la novela, dirigida por el canadiense Mark Robson, supuso un sonado éxito de taquilla pese a ser mucho más light en su contenido que el libro, llegando a recaudar cincuenta millones de dólares en todo el mundo (rodarla había costado cinco...) La banda sonora, por otra parte, a cargo de John Williams, le valió al compositor la primera de la larga serie de nominaciones que atesora. Sin embargo, ni la crítica ni el paso del tiempo han sido clementes con una cinta que, tres años después de su estreno, tendría una secuela dirigida por Russ Meyer: Más allá del valle de las muñecas (1970).
De lo primero no hay por qué sorprenderse, habida cuenta de la absoluta falta de credibilidad de unas interpretaciones que han hecho que la película figure habitualmente en las listas de peores filmes de la historia. Y de cómo el más de medio siglo transcurrido desde su estreno tampoco ha contribuido a revalorizarla dan fe los abultados tupés esculpidos a golpe de laca que lucen las actrices, entre las que destaca la hermosa Sharon Tate, ajena al aciago final que le esperaba, en un papel inspirado parcialmente en Marilyn Monroe.
Porque, siguiendo la senda marcada previamente por títulos como Ha nacido una estrella, ése había de ser el atractivo de una historia basada en las biografías de algunas de las "muñecas rotas" más célebres de Hollywood, con Judy Garland a la cabeza, quien, irónicamente, se rumorea que fue despedida del set de rodaje de Valley of the Dolls por culpa de la misma dependencia del alcohol y las pastillas que se pretendía reflejar en la pantalla. Su puesto lo ocuparía Susan Hayward, encargada de dar vida a Helen Lawson: una artista en horas bajas, pero dispuesta a todo con tal de mantener a ralla a las jóvenes arribistas que se disputan su reinado.
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