Director: Pedro Lazaga
España, 1956, 81 minutos
Mucho antes de convertirse en uno de los directores habituales de las españoladas al uso en las postrimerías del franquismo, el vallense Pedro Lazaga (1918–1979) había intentado un cine mucho más personal y arriesgado. Es el caso de, por ejemplo, Cuerda de presos, adaptación de la novela homónima de Tomás Salvador que transcurre a finales del siglo XIX y que relata el arduo camino que debe recorrer una pareja de guardiaciviles encargada de custodiar a un peligroso reo desde un pueblo leonés hasta Vitoria.
Visualmente, Lazaga demuestra en esta película una obstinada preferencia por el uso del contrapicado, no de forma tan acusada como lo haría un Orson Welles, pero sí con la clara intención de realzar al trío protagonista, encarnado por los actores Antonio Prieto Puerto (el veterano Cabo Antonio Pedroso), Germán Cobos (como el novato agente Silvestre) y Fernando Sancho (genial en su caracterización del tosco "Sacamantecas"). Se da la circunstancia, cosa comprensible, de que entre los dos primeros se llega a establecer una entrañable relación paternofilial; un, podríamos llamar, relevo vital en el que el uno aprende del otro las arduas equivalencias del sistema métrico decimal (aunque sea de carrerilla) y el otro la gramática parda, que es la que de verdad importa.
Ligado a lo anterior, a la dualidad entre lo nuevo y lo viejo que personifican el Cabo y el bisoño, hay en esta historia, quizá porque ya estaba en la novela que le sirvió de inspiración, una clara nostalgia de un tiempo que se esfumó para no volver, de una supuesta ingenuidad arcádica que fue sacrificada en aras del progreso. Ello se hace evidente de un modo palpable en la fascinación que ejerce sobre los personajes el tren, como summum de la modernidad, o en los refranes que continuamente ensarta el más veterano de los guardiaciviles y que, a su vez, había aprendido de su abuelo: "Si eres malo, te verás con los civiles detrás. Y si te portas muy bien, no te dan miedo ni cien". O incluso: "Al cerdo y al delincuente, por el tufo solamente". Es como si don Quijote y Sancho se hubiesen intercambiado los papeles.
Contiene Cuerda de presos algunas escenas memorables, la mayoría ligadas al criminal Juan Díaz de Garayo, alias el "Sacamantecas", y a sus reiterados intentos de fuga, siendo la más espectacular la que se desarrolla entre la niebla. Aunque por su fuerza expresiva es también notable la sucesión de primeros planos del malhechor recluido en el corral que le sirve de improvisada prisión.
Visualmente, Lazaga demuestra en esta película una obstinada preferencia por el uso del contrapicado, no de forma tan acusada como lo haría un Orson Welles, pero sí con la clara intención de realzar al trío protagonista, encarnado por los actores Antonio Prieto Puerto (el veterano Cabo Antonio Pedroso), Germán Cobos (como el novato agente Silvestre) y Fernando Sancho (genial en su caracterización del tosco "Sacamantecas"). Se da la circunstancia, cosa comprensible, de que entre los dos primeros se llega a establecer una entrañable relación paternofilial; un, podríamos llamar, relevo vital en el que el uno aprende del otro las arduas equivalencias del sistema métrico decimal (aunque sea de carrerilla) y el otro la gramática parda, que es la que de verdad importa.
La pericia de Manuel Berenguer hace que algunos planos semejen acuarelas |
Ligado a lo anterior, a la dualidad entre lo nuevo y lo viejo que personifican el Cabo y el bisoño, hay en esta historia, quizá porque ya estaba en la novela que le sirvió de inspiración, una clara nostalgia de un tiempo que se esfumó para no volver, de una supuesta ingenuidad arcádica que fue sacrificada en aras del progreso. Ello se hace evidente de un modo palpable en la fascinación que ejerce sobre los personajes el tren, como summum de la modernidad, o en los refranes que continuamente ensarta el más veterano de los guardiaciviles y que, a su vez, había aprendido de su abuelo: "Si eres malo, te verás con los civiles detrás. Y si te portas muy bien, no te dan miedo ni cien". O incluso: "Al cerdo y al delincuente, por el tufo solamente". Es como si don Quijote y Sancho se hubiesen intercambiado los papeles.
Contiene Cuerda de presos algunas escenas memorables, la mayoría ligadas al criminal Juan Díaz de Garayo, alias el "Sacamantecas", y a sus reiterados intentos de fuga, siendo la más espectacular la que se desarrolla entre la niebla. Aunque por su fuerza expresiva es también notable la sucesión de primeros planos del malhechor recluido en el corral que le sirve de improvisada prisión.
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