Título original: Yunost Maksima
Directores: Grigori Kozintsev y Leonid Trauberg
Unión Soviética, 1935, 92 minutos
La juventud de Máximo (1935) |
Máximo, el aguerrido joven rubio de ojos azules que protagoniza la trilogía de Kozintsev y Trauberg, vendría a ser la personificación del proletariado ruso, del espíritu revolucionario soviético. Y es por eso mismo que rezuma optimismo y no se arredra ante nada, siempre de buen humor, cantando hermosas canciones, a veces románticas y a menudo panfletarias.
Pero es precisamente esa mezcla un tanto candorosa entre el musical incipiente y el pasquín incendiario lo que representa el principal atractivo de Yunost Maksima, filme que fue capaz de agradar lo mismo en la URSS (donde sería objeto de una restauración en los años sesenta) que en unos Estados Unidos previos a la caza de brujas y que lo coronaron con el premio concedido por la National Board of Review a la mejor producción extranjera de 1935.
Tiene, además, el aliciente de haber contado con el asesoramiento de Dmitri Shostakóvich, quien compuso la melodía de la escena inicial, pese a que quizá sea visualmente donde reside el encanto de La Juventud de Máximo, puesto que la habilidad de Kozintsev y Trauberg a la hora de componer cada encuadre da lugar a planos de una soberbia belleza. Es, al respecto, memorable la escena del entierro del obrero, con sus claras reminiscencias de El acorazado Potemkin a la hora de retratar las evoluciones de la masa durante el cortejo fúnebre.
Cierto que, relacionado con lo anterior, se le podrían achacar los muchos momentos en los que se hace evidente que durante la década de los treinta el cine sonoro todavía está en ciernes en la Unión Soviética. O, incluso, su maniqueísmo a la hora de retratar la oposición entre burgueses y proletarios. Aunque, con todo, hay que acabar concediendo que, como nos decía un conocido al término de la proyección en la Filmoteca: "Con una película como ésta cada mes, uno no tendría necesidad de ver más cine".
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