viernes, 24 de mayo de 2019

The Emperor Jones (1933)




Título en español: El emperador Jones
Directores: Dudley Murphy y William C. de Mille
EE.UU., 1933, 73 minutos

The Emperor Jones (1933)


Miguel de Buría fue un esclavo africano de la antigua Provincia de Venezuela que, en 1552, encabezó la primera insurrección de siervos contra las autoridades españolas. La primera... pero no la última. Porque la historia de la América latina aparece repleta por doquier de casos similares.



Dicen que el Negro Miguel, retirado en las montañas, llegó incluso a autoproclamarse rey de un pequeño feudo, del que hizo reina consorte a su compañera Guiomar y príncipe "a un su hijo", eligiendo como obispo de una iglesia disidente a uno de sus mejores amigos.​ A dicha rebelión se incorporarían indígenas y otros negros cimarrones.



Dos siglos más tarde, en Haití, ocurrió algo parecido con Henri Christophe, quien, tras obtener la libertad, ascendió a general para, en 1811, convertir el Estado haitiano en reino y coronarse a sí mismo monarca con el nombre de Enrique I. Los muchos castillos que se mandó construir o la estrambótica nobleza de la que se rodeó nos hablan de un personaje que, al llegar al poder, repite e incluso supera los mismos patrones de conducta de quienes, previamente, lo habían explotado.




Inspirándose en casos como los anteriores, el dramaturgo Eugene O'Neill estrenó en 1920 una pieza teatral titulada Emperor Jones que, años después, sería llevada al cine por la United Artists. La protagonizó el polifacético Paul Robeson (1898–1976): actor, cantante, jugador profesional de fútbol americano y activista político.



Restaurada por la Biblioteca del Congreso de los EE.UU., la cinta evidencia no pocos clichés respecto a la forma de retratar a los afroamericanos, motivo por el que se la llegó a tildar de racista. La primera media hora, marcada por un ritmo aceleradamente ágil, cumple las funciones de introducción para presentar al personaje protagonista: su meteórico ascenso y la posterior caída en desgracia que le obligará a refugiarse en una isla del Caribe. Destaca, por la creciente intensidad del compás marcado por un tambor que irá in crescendo, la delirante parte final, en la que Brutus sucumbirá acuciado por sus propios fantasmas.


2 comentarios:

  1. Que tal Juan!
    Siempre descubro peliculas nuevas, interesantes y curiosas al pasar por tu blog. Al hilo de lo que comentas sobre ciertos aspectos que podrian ser tachados de racistas, la verdad que muchas producciones de Hollywood a dia de hoy chirrian bastante y te hacen recapacitar de lo complicado que debia de ser la vida para una persona de color, es precisamente esta faceta didactica lo que hace que las peliculas sean estupendas herramientas para las aulas, o al menos ese es mi punto de vista. Me encanta esa carteleria.
    Saludos!

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    1. Totalmente de acuerdo, Fran: de hecho, este blog nació como complemento a mis clases de Historia del cine. O sea que ya ves hasta dónde puede llevar la cinefilia.

      Saludos y hasta pronto.

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