Título original: Di qiu zui hou de ye wan
Director: Bi Gan
China/Francia, 2018, 133 minutos
Largo viaje hacia la noche (2018) de Bi Gan |
Viajar es útil, hace trabajar la imaginación. El resto no es más que decepción y fatiga. Nuestro viaje es enteramente imaginario. De ahí su fuerza.
Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginación [...]
Y además todos pueden hacer lo mismo. Basta con cerrar los ojos.
Ocurre al otro lado de la vida.
Louis Ferdinand Céline
Viaje al fin de la noche
Traducción de Carmen Kurtz
Expectación y entradas agotadas para ver "una de las mejores películas del año". Ése es, al menos, el halo del que viene precedida Largo viaje hacia la noche, segundo largometraje, tras Kaili Blues (2015), del realizador chino Bi Gan. Una advertencia en grandes caracteres blancos, sobre fondo negro, saluda desde la pantalla a los asistentes conforme van accediendo a la sala Chomón de la Filmoteca: "Los primeros 71 minutos de Di qiu zui hou de ye wan NO son en 3D". Porque hay que aclarar, para quien no sepa aún de qué estamos hablando, que ése es, precisamente, uno de los alicientes del filme.
No puede negarse la impronta de Tarkovsky sobre el particular estilo de este joven cineasta asiático, si bien hay algo un tanto felliniano en ese adentrarse en las profundidades de la noche/realidad hasta desembocar en una pesadilla que es, tal vez, un despertar. Son varias las aseveraciones que, puestas en boca de los personajes, avalan dicha lectura: "Los sueños se elevan y me pregunto si mi cuerpo está hecho de hidrógeno, pues, entonces, mis recuerdos serían de piedra"; "La diferencia entre las películas y los recuerdos es que las películas son siempre falsas, pese a que los recuerdos mezclan verdad y mentira..."
De hecho, y en esa misma línea metafísica, los protagonistas intercambian regalos a los que ellos mismos confieren un alto valor simbólico: un reloj, que representa la eternidad; una bengala, alegoría de todo lo efímero. En ese orden de cosas, un viejo cine destartalado puede ser la puerta de acceso a otra dimensión —quizá, parafraseando a Céline, al otro lado del tiempo—; un karaoke, en la fiesta mayor de un pueblo de mala muerte, el punto de encuentro con aquella misteriosa y ansiada mujer.
Al finalizar, hay división de opiniones: para unos, inconmensurable obra maestra; para otros, un soberano timo. Pues, hombre: ni tanto ni tan calvo. El recorrido que propone Bi Gan por unas tinieblas laberínticas, a la par que enigmáticas, genera ese ambiente característico de los filmes de David Lynch, que aquí, con una estética a medio camino entre el cine negro y el futurista, parece filtrada por el tamiz de Blade Runner o incluso el de Apocalypse Now. Pasará a la historia (o no), pero, por de pronto, Largo viaje hacia la noche es también, y sobre todo, con esa habitación repleta de goteras, un cúmulo de imágenes visualmente muy potentes.
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