domingo, 30 de diciembre de 2018

Tatuaje (1966)




Título original: Irezumi
Director: Yasuzô Masumura
Japón, 1966, 86 minutos

Tatuaje (1966) de Yasuzô Masumura


Al habitual gusto de Masumura por recrearse en las escenas de violencia, se añadía en Irezumi una sobrecogedora explosión colorista conducente a subrayar el carácter sangriento del guion concebido por Kaneto Shindô a partir de la novela de Jun'ichirô Tanizaki (1886–1965). Casi casi una historia de terror, habida cuenta de hasta qué punto la araña tatuada por la fuerza en la espalda de Otsuya (Ayako Wakao) parece cobrar vida cada vez que se le ofrece la posibilidad de saciar su voraz sed de venganza.

No en vano, el arácnido de largos tentáculos aparece adornado con una temible cabeza de mujer de cuya boca sobresalen afilados colmillos sanguinolentos que, de inmediato, hacen pensar en el origen vampírico de los mismos. Es decir: eros y thánatos unidos en un mismo ser, teniendo presente que a Otsuya no sólo la "agracian" con tan fabulosa quimera, sino que la piel sedosa sobre la que va grabado semejante engendro será destinada, asimismo, a las caricias furtivas de una casa de geishas.

La actriz Ayako Wakao en uno de los papeles
 más memorables de su carrera

¿Cómo es posible que tenga sus detractores un cineasta capaz de generar imágenes de una potencia tan sumamente cautivadora? Supongo que es el eterno debate: si complacerse en la forma, como hace Masumura, le resta fuerza al contenido de sus filmes. Y aunque no haya una respuesta objetiva para tan capciosa pregunta, lo que parece seguro, en el caso de Tatuaje, es que, en el afán revanchista del personaje principal, se dejan entrever motivaciones más de tipo "feminista" que en otros títulos de la filmografía del director, como El ángel rojo (1966) o La esposa de Seisaku (1965), ambos ya comentados en este blog.

En cualquier caso, hay en Irezumi la misma pasión destructiva y subterránea que encontramos en cineastas tan diversos, temporal y culturalmente, como el Eloy de la Iglesia de La semana del asesino (1972) o el Almodóvar de Matador (1986) y, sobre todo, de ¡Átame! (1989). Pulsión que Masumura debió de aprender, casi con total seguridad, de un filme menos terrorífico, pero igualmente obsesivo y claustrofóbico que el suyo. Nos estamos refiriendo, por supuesto, a El coleccionista (1965) de William Wyler.


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