Director: Juan Piquer Simón
España, 1979, 83 minutos
Supersonic Man (1979) de J. Piquer Simón |
El análisis atento de un producto tan sumamente cutre como Supersonic Man arroja, sin embargo, alguna que otra sorpresa. Como encontrar a Cameron Mitchell, habitual actor secundario de la época dorada de Hollywood —y recientemente resucitado, gracias a la técnica (y a la pasta de los de Netflix...) en The Other Side of the Wind, el eternamente inacabado (y ahora, por fin, ya terminado) largometraje de Orson Welles— encarnando al villano Doctor Gulik.
Sin embargo, y a pesar del mérito que tuvo (que no hay que negárselo) haber sacado adelante un proyecto de este tipo en la España del 79, la cinta no pasa de ser una imitación oportunista del Superman de Richard Donner, primera entrega de la saga protagonizada por Christopher Reeve, que se había estrenado un año antes.
Aunque también se deja entrever la impronta de 2001 en las maquetas que sobrevuelan el espacio sideral durante la secuencia con la que se abre la película, así como en la base de operaciones de Gulik, prácticamente calcada de la estación lunar creada en torno al monolito en A Space Odyssey (1968).
Pero, claro: aquello eran palabras mayores, mientras que esto apenas llegaba a copia barata (pese a que los exteriores se rodaron en Nueva York: ahí es nada). Basten un par de detalles para subrayar el innegable tono casposo de este singular superhéroe carpetovetónico: por una parte, la machacona música disco setentera que, al ritmo de "I wanna be!", servía de banda sonora en la versión castellana; por otra, la uña roñosa (adjuntamos foto) del italiano Antonio Cantafora al accionar su megapotente reloj de pulsera (precursor, sin duda, del de David Hasselhoff en El coche fantástico). En fin: como dice uno de entre la legión de seguidores que posee Supersonic Man en internet: "Un clásico: ¡tan malo que es de culto!"
"¡Que la fuerza de las galaxias sea conmigo!" |
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