Director: Carlos Durán
España, 1970, 85 minutos
Liberxina 90 (1970) de Carlos Durán |
Pues, como no podían hacer Victor Hugo, los miembros de la Escuela de Barcelona se dedicaron sistemáticamente a hacer Mallarmé... Tal y como sucede con la práctica mayoría de filmes surgidos al calor de aquel movimiento, Liberxina 90 responde, punto por punto, a unos parámetros experimentales de los que hoy muchos abominan. En cualquier caso, la exposición LIBERXINA, Pop y nuevos comportamientos artísticos, 1966-1971, que podrá verse en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) hasta el 22 de abril del año que viene, toma su nombre de esta película del malogrado Carlos Durán.
Por desgracia, el malditismo que habitualmente rodea el legado de quienes, a finales de la década de los sesenta y primeros setenta, se atrevieron a imaginar un cine innovador desde el seno de la barcelonesa Gauche divine termina por traducirse, con demasiada frecuencia, en la invisibilidad de un buen puñado de títulos que hoy merecerían ser reivindicados como capítulo esencial de nuestro patrimonio fílmico.
William Pirie junto a Romy en un chiringuito de la Barceloneta |
Porque imaginar una droga en forma de gas con la propiedad de hacer que las masas piensen por sí mismas era (y, en buena medida, sigue siendo) un planteamiento tan inaudito como revolucionario. En ese sentido, el guion coescrito por el propio Carlos Durán y Joaquim Jordà planteaba un escenario entre futurista y distópico que apenas difiere del de Fata/Morgana (1966), filme mítico del mismo período que dirigiera Vicente Aranda a partir de un relato de Gonzalo Suárez.
Las localizaciones iniciales de Liberxina 90 pueden hacernos pensar en el Antonioni de Il deserto rosso (1964) y, sobre todo, de L'eclisse (1962) cuando, posteriormente, la acción se traslade a una fría barriada de bloques de pisos. También hay algo del Godard de La Chinoise (1967) en la escena en la que los protagonistas lanzan proclamas subversivas desde el salón de su apartamento mientras de fondo suena una canción de Pau Riba. En fin, huelga decir que la censura franquista, tras un kafkiano y tortuoso procedimiento, impuso que se cortase la copia que se proyectó en el Festival de Venecia para, por último, acabar condenando la cinta a un ominoso ostracismo del que ya nunca se recuperaría.
El cine de la Escuela de Barcelona es discutible pero sin duda muy interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tota una època, al menys li han dedicat una exposició...
ResponderEliminarSí, ho sé: tinc pendent anar a visitar-la. A veure si durant les vacances de Nadal trobo un moment per acostar-m´hi.
EliminarGràcies pel teu comentari i fins aviat.
Críptico, pero necesario; esnob, pero imaginativo; obsoleto y, al mismo tiempo, irrepetible: el estilo de aquellos cineastas, injustamente valorado en la actualidad, merecería, sin embargo, ser objeto de una revisión libre de prejuicios.
ResponderEliminarGracias por tu comentario y hasta pronto.