lunes, 24 de septiembre de 2018

Nueva vida en Nueva York (2013)




Título original: Casse-tête chinois
Director: Cédric Klapisch
Francia/Bélgica/EE.UU., 2013, 117 minutos

Nueva vida en Nueva York (2013) de Cédric Klapisch


La ventaja de ver seguidas una película y su secuela es que se advierten, aquí y allá, pequeños detalles que el director ha querido repetir, quizá como homenaje al filme precedente o, tal vez, porque pretende sacar partido de la fórmula que le dio el éxito con la anterior entrega de la saga.

Última pieza del "rompecabezas chino" que se iniciara en 2002 con L'auberge espagnole y que continuaron las posteriores "muñecas rusas" de 2005, Nueva vida en Nueva York suponía la entrada en plena madurez de sus protagonistas, a punto de convertirse en cuarentones. Personajes que son ya, definitivamente, ciudadanos de la aldea global, después de haber seguido sus aventuras por París, Barcelona, Londres, San Petersburgo y, ahora, la capital oficiosa del mundo, donde serán capaces de fingir un matrimonio de conveniencia con tal de obtener el correspondiente visado.



Aunque, volviendo a los paralelismos a los que antes aludíamos, lo primero que llama la atención es ver con qué brío corre Xavier (Romain Duris) por las calles de la Gran Manzana: se diría que no ha perdido ni un ápice de la vitalidad con la que, una década atrás, él y sus compañeros de apartamento galopaban, en Una casa de locos, por los callejones del Barrio Gótico con tal de evitar que el novio de Wendy (Kelly Reilly), un muchacho algo atolondrado e inoportunamente llegado de Inglaterra, descubriese la infidelidad de ésta con un apuesto yanqui de Santa Fe. Por cierto, que la misma situación vuelve a darse aquí, sólo que, en esta ocasión, los ya no tan jóvenes amigos se movilizarán para que la pobre Ju (Sandrine Holt) no sepa que Isabelle (Cécile de France) le pone los cuernos con la canguro del hijo de ambas...

Como se comprenderá, no se trata del único guiño luego de tres exitosas partes, pero sí de uno de los más evidentes, junto con la aparición un tanto fantasmagórica de antiguos filósofos nórdicos (en la primera película de la serie era Erasmo el que hacía acto de presencia). Otras semejanzas, en cambio, son mucho más sutiles: un vals de Chopin que ya sonaba en Una casa de locos, un antiguo vecino de Xavier al que reencuentra justo antes de la presentación de su último libro, etc. En fin. Ha pasado el tiempo y los mozalbetes de antaño son hoy padres de familia casados, separados, arrejuntaos y revueltos que debaten por Skype con el editor parisino de sus novelas o en perfecto dialecto mandarín con el consejo de administración de una importante multinacional china: asentados y algo más curtidos, sí, pero tan alocados como siempre.


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