sábado, 29 de septiembre de 2018

Girl (2018)




Director: Lukas Dhont
Bélgica/Holanda, 2018, 109 minutos

Girl (2018) de Lukas Dhont


Debería ser suficiente con decir el título de esta película —Girl— para que quedase claro de qué trata. Simplemente eso: una chica. Que vive con su padre y su hermano pequeño y asiste a las clases del instituto con total normalidad; que se ejercita tenazmente para mejorar su técnica como bailarina de ballet clásico; que se siente atraída por un vecino de su edad con el que coincide cada día en el ascensor. Lo habitual tratándose de una quinceañera, de no ser porque nació atrapada en un cuerpo que no se corresponde con su verdadera identidad.

Premiada ampliamente en el último Festival de Cannes, Girl aborda la transexualidad huyendo de cualquier enfoque morboso. No en vano, su director, el debutante Lukas Dhont, demuestra una sensibilidad notable al plantear el filme no tanto como el caso de alguien que necesita imperiosamente ser aceptado por los demás, sino como una historia de superación personal.



En ese sentido, Lara (Victor Polster) ya cuenta con el apoyo de su entorno más inmediato, tanto familiar como de amistades. Aunque ello no impide que, de vez en cuando, se encuentre en la tesitura de tener que soportar algún tipo de humillación. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando el profesor le pide —muy amablemente, eso sí— que cierre los ojos para que el resto de alumnas del aula puedan votar si no les importa que Lara utilice el lavabo de chicas. O en la fiesta de cumpleaños de la compañera que la obliga a que enseñe el pene a las demás asistentes.

De modo que no todo es tolerancia a su alrededor. Ni siquiera el padre, en principio un hombre respetuoso y comprensivo, si bien excesivamente protector, tiene la delicadeza de llamar a la puerta cuando entra en la habitación de Lara. Y es por ello que la inseguridad y la impaciencia por acelerar el tratamiento hormonal y la posterior operación de cambio de sexo irán minando poco a poco la confianza en sí misma de la joven, hasta el extremo de no querer comer e incluso autolesionarse. Elementos que, sin embargo, lejos de desembocar en el tremendismo o cualquiera de sus variantes truculentas, son tratados con suma ternura.


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