domingo, 2 de septiembre de 2018

Niña mala (2002)




Título original: Mondo Meyer Upakhyan
Director: Buddhadev Dasgupta
India, 2002, 90 minutos

Niña mala (2002) de Buddhadev Dasgupta


La imagen que se tiene en Occidente de la industria cinematográfica hindú va tan sumamente ligada a la espectacularidad de las producciones made in Bollywood que corremos el riesgo de obviar un preciado cine de autor, heredero de la tradición iniciada en su día por el mítico Satyajit Ray (1921–1992). Ray, responsable de la magistral Trilogía de Apu, era bengalí y de aquella región, precisamente, proviene el director Buddhadev Dasgupta (Anara, distrito de Purulia, 1944), al que la Filmoteca de Catalunya dedica un miniciclo durante la primera semana de septiembre.

Niña mala, a la que también se conoce con el título de Historia de una chica traviesa, plantea la siempre complicada situación de la mujer en el seno de las sociedades patriarcales del tercer mundo. Su protagonista, Lati (Samata Das), se rebela contra un destino que parece irremediable: ejercer la prostitución como su madre o bien resignarse a ser vendida a un viejo tan rico como repulsivo cuyo dinero sería de gran ayuda para remediar la depauperada economía familiar. Dilema aún más atroz, si cabe, teniendo en cuenta que la joven anhela seguir estudiando. Sin embargo, ni la insistencia de Lati ni la intercesión del maestro de escuela lograrán convencer a la madre, por lo que parece obvio que la única salida viable para la niña es la huida...



Otras historias completan este relato coral, basado en una narración breve del también bengalí Prafulla Roy. Por ejemplo, la de un conductor bonachón que, pese a las exigencias de un jefe desalmado, aceptará transportar en su coche a una pareja de ancianos que necesita urgentemente un hospital. O un curioso borrico, propiedad del padre del mejor amigo de Lati, agraciado con unas sorprendentes dotes adivinatorias.

El telón de fondo es la llegada del hombre a la luna, de lo que se deduce que la acción transcurre en julio de 1969. Aunque eso, en realidad, da lo mismo, puesto que la luna es para Lati una metáfora que simboliza sus sueños de emancipación, lo inalcanzable, incluso un futuro mejor. Por otra parte, la cinta tiene una curiosa estructura, ya que, de alguna manera, se da a entender que lo que hemos visto sucede en una película que un viejo (quizá el mismo que cortejaba a Lati) está viendo en una destartalada sala de proyección.


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