domingo, 14 de mayo de 2017

Amador (1966)




Director: Francisco Regueiro
España/Francia, 1966, 94 minutos

Amador (1966) de Francisco Regueiro


Tengo que decirle la verdad. Si tuviera más dinero... Además, ya no puedo soportarla. En Torremolinos tiene que haber una mujer para mí. Las suecas, al día siguiente, te dan las gracias... y te pagan el desayuno.

Explicar la vida de un asesino en serie adoptando el punto de vista del mismo no debió de ser tarea fácil en la España mortecina y mortuoria de mediados de los sesenta. Un país de portales oscuros y paredes desconchadas, pueblerino y tedioso; de viudas mojigatas y turistas desinhibidas; de misa diaria y fiestas de guardar.



Por diversas razones, el Amador de Regueiro estaría emparentado con otras producciones del Nuevo cine español rodadas en los años inmediatamente anteriores o posteriores. Con Nueve cartas a Berta de Patino comparte una similar puesta en escena: un protagonista hastiado por el asfixiante entorno gris de la provincia, atormentado por la relación incómoda o enfermiza que mantiene con su propia familia y del que continuamente escuchamos los pensamientos en off. Hasta la banda sonora del francés Daniel White recuerda a la de Carmelo Bernaola, dado el protagonismo que ambas confieren al clavicordio. Con La piel quemada de Forn comparte el retraimiento del españolito voyeur que se deja deslumbrar por las playas de Torremolinos o la Costa Brava en busca de un poco de calor humano en los brazos de alguna rubia extranjera. Con La tía Tula de Picazo, por último, le une un similar tono de monotonía provinciana, de la que los protagonistas son víctimas por más que se aferren a una mínima esperanza que les permitiría huir.

Y así podríamos ir citando películas que, de un modo o de otro, nos recuerdan a Amador: Nunca pasa nada de Bardem, El extraño viaje de Fernán Gómez y un largo etcétera. Aunque lo que la hace única es la patológica relación de su protagonista con las mujeres, algo en lo que se profundiza con suma perspicacia merced a los peculiares diálogos/reflexiones escritos por Angelino Fons. Una penetración psicológica cuya consecuencia más inmediata y, a la par, perturbadora es que el espectador llegue a comprender a Amador (Maurice Ronet): ¿y quién no se liaría a navajazos en su situación?


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