martes, 30 de mayo de 2017

Quatretondeta (2016)












Director: Pol Rodríguez
España, 2014-2016, 105 minutos



Experiencia interesantísima la de ver Quatretondeta en el pase de las seis de la tarde de los cines Texas en Barcelona: mayoría de público jubilado, sala casi repleta. Cada vez que se produce una situación disparatada, propia de las comedias negras en las que, como en ésta, se utiliza la muerte con finalidades aparentemente humorísticas, la gente se desternilla de risa. Sin embargo, al finalizar la proyección, un grupo de personas se espera en la sala porque un matrimonio no ha entendido el final y los demás intentan explicárselo.

Dicha escena, que parece salida de la imaginación de los guionistas del filme (Celia Rico y Eduard Sola, aparte del propio Pol Rodríguez), ejemplifica al dedillo la esencia de Quatretondeta: peli brillante en lo referente a las situaciones y a los diálogos, pero con evidentes fallos de guion. El más garrafal, a nuestro juicio, se produce, tal vez, cuando la hija de la difunta (Laia Marull) se presenta en la funeraria y le dice al gerente (Julián Villagrán); "No: no quiero verla". Qué fácil habría sido para él colocarle un ataúd vacío y así salir del paso. ¿Qué necesidad había de que Dora dijese esa frase? Porque desde el punto de vista de la lógica narrativa, convierte en una incoherencia todo lo que viene después.



De todos modos, el reparto y el tono general de comedia son portentosos. Sacristán y Sergi López están a la altura de lo que cabía esperar de dos genios de la interpretación. Igual que los ya mencionados Marull y Villagrán, este último poseedor de una espléndida vis cómica. Probablemente, el adjetivo que mejor califica una historia semejante sea entrañable: entrañable es el marido, cabe suponer que enfermo de Alzheimer, en busca de funeral para su difunta esposa; entrañable es la relación que, poco a poco, se acaba fraguando entre los personajes, que va desde la desconfianza inicial hasta el afecto familiar; entrañables son, incluso, las bromas con ataúdes de por medio o la ambientación rústica en pequeñas localidades del Levante alicantino (Quatretondeta, por cierto, existe: tiene 113 habitantes y un término municipal de 16,7 km² de extensión).

Por último, sólo queda plantearnos por qué una película de este estilo (susceptible de agradar a un público mayoritario y generalista, como ha quedado patente esta tarde) tarda dos años en estrenarse y, cuando lo consigue, hace ahora un año, lo hace mal y en apenas un puñado de salas (y no de las más céntricas o concurridas). Claro que dicha reflexión se podría hacer extensible a buena parte del cine español. En todo caso, y a la espera de otras soluciones más ambiciosas y de mayor calado, lo que se demuestra es la idoneidad de salas de reestreno como el Texas de Ventura Pons, verdadera bendición para producciones que reciben, así, una segunda oportunidad y también, en este caso, para cineastas que, como Pol Rodríguez, dirigen su primera película tras una larga experiencia como ayudante o director de segunda unidad.


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