jueves, 21 de julio de 2022

Como en un espejo (1961)




Título original: Såsom i en spegel
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1961, 90 minutos

Como en un espejo (1961) de Bergman


"Vacío existencial" y "el silencio de Dios": he ahí dos enunciados que bien podrían resumir la idea central de Såsom i en spegel (1961). Con un tercero, "salud mental", completando el significado de una cinta que obtuvo el Óscar a mejor película de habla no inglesa. La quietud de las playas de la isla de Fårö acogía por vez primera un rodaje de Bergman, quien en lo sucesivo fijaría su residencia en aquel lugar.

También es éste, aunque en menor medida, un filme sobre las tensiones familiares, marcadas por un padre escritor (Gunnar Björnstrand) más pendiente de concluir su última novela que no de reforzar el vínculo con sus hijos. O el marido (Max von Sydow) al que le cuesta asumir la enfermedad de la esposa. O los hermanos, que se siguen peleando como si aún fuesen niños. Los cuatro personajes mantienen en apariencia una relación cordial. Pero la procesión va por dentro y, aislados tanto física como emocionalmente, no tardarán en aflorar viejas rencillas durante el breve paréntesis vacacional en el que les toca convivir.



De todos ellos es Karin (Harriet Andersson) la que vive una situación más preocupante, toda vez que, a pesar de haber estado ingresada durante un tiempo en un hospital psiquiátrico, sigue escuchando voces en su interior que la atormentan. Y la situación no sólo no tiene aspecto de mejorar, sino que los médicos pronostican que su demencia se irá agravando progresivamente. A su vez, su hermano Minus (Lars Passgård) es un adolescente indeciso cuya falta de referentes lo convierte en un ser potencialmente desvalido.

Adornada con los austeros acordes de una pieza para violonchelo de Bach, esta primera entrega de la célebre trilogía bergmaniana, completada por Los comulgantes (Nattvardsgästerna, 1963) y El silencio (Tystnaden, 1963), plantea diversas situaciones indiscutiblemente autobiográficas. Tal sería el caso, por ejemplo, de la crisis de fe de Karin, quien está convencida de que es Dios el que la interpela, o del intento de suicidio del padre durante su estancia en Suiza. Por lo demás, la cinta, que Bergman dedicó a la que entonces era su esposa, Käbi Laretei (1922–2014), se cierra con una interesante reflexión según la cual el amor y Dios vendrían a ser una misma cosa.



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