Título original: Just a Gigolo
Director: Olivier Baroux
Francia, 2019, 94 minutos
Vaya por delante una advertencia: ésta es una de esas comedias gamberras, basadas en estereotipos fácilmente reconocibles, con las que el cine francés nos sorprende de vez en cuando. No llega al extremo de propuestas más políticamente incorrectas, como la saga de Les trois frères, pero sí que conecta de pleno con títulos más o menos recientes del tipo Un verano en Ibiza (Arnaud Lemort, 2019).
De hecho, su director, Olivier Baroux, ya ensayó la misma fórmula, hace aproximadamente una década, en Quiero ser italiano (2010), parodia en clave sociológica que guarda no pocas semejanzas con Just a Gigolo. Para empezar porque ambas están protagonizadas por el mismo actor, Kad Merad, uno de esos cómicos que, al igual que Dany Boon, cuenta con un amplio respaldo popular en Francia.
Aunque, si vamos al fondo de la cuestión, las dos películas abordan, en realidad, un mismo tema: la obsesión de algunas personas por aparentar lo que no son, creyendo que así obtendrán el anhelado éxito social o, sencillamente, la aprobación de los demás. Enfoque que deja traslucir, claro está, la voluntad de caricaturizar a quienes viven pendientes de una imagen que, paradójicamente, tiene más de ridícula que de atractiva.
Pero, si además de todo lo que llevamos dicho, resulta que el gigoló protagonista tiene ya una edad que empieza a ser un severo hándicap para la práctica de su “profesión”, se comprenderá que el hombre, que no ha dado un palo al agua en su vida, opte de repente por recuperar el contacto con una hermana menor y un sobrino a los que lleva años sin ver. Es ahí donde la película gana enteros, puesto que el personaje pasa entonces a un segundo plano para dejar entrever las debilidades e incluso virtudes de un individuo cuyo único y exclusivo empeño, hasta ese momento, había sido seducir a otoñales ricachonas dispuestas a sufragar su costoso tren de vida.
Alex (Kad Merad) y su sobrino Hugo (Léopold Moati) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario