Título original: Menschen am Sonntag
Directores: Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer
Alemania, 1930, 73 minutos
Los hombres del domingo (1930) |
La progresión lógica de los hechos que se expondrán a continuación vino a ser, más o menos, como sigue: Walter Ruttmann, tal vez influido por las teorías del cine-ojo de Vértov, alumbró aquella pequeña gran maravilla que fue (y sigue siendo) Berlín, sinfonía de una ciudad (1927); dos o tres años después, la cinta que ahora nos ocupa, firme precursora de lo que, andando el tiempo y ya en Francia, daría en denominarse Nouvelle vague, añadía a la propuesta la frescura despreocupada de un grupo de domingueros no muy distinto al que mostraría, en la década siguiente, el Renoir de Une partie de campagne (1946).
Con su tono de vida sucediendo en tiempo real, Menschen am Sonntag no sólo se adelantó varios decenios a los Godard, Truffaut y demás gurús surgidos de las páginas de Cahiers du cinéma, sino que muestra en todo su esplendor el potencial de una generación de cineastas que acabaría dando con sus huesos en el Hollywood de posguerra, lo cual, dada la incomprensión que algunos padecieron al ser fagocitados por el inmisericorde sistema de estudios (caso de Ulmer), no siempre fue sinónimo de un final feliz.
En cualquier caso, este primer trabajo de juventud arroja la impronta de una sociedad absorbida por el ajetreo diario y cuyos miembros se muestran deseosos de que llegue el ansiado fin de semana para entonces esparcirse a orillas de cualquier lago, disfrutando de un copioso pícnic en compañía de chicos y chicas de su misma edad.
Un documento impagable con el que los Wilder, Siodmak e incluso Zinnemann (aunque este último sin acreditar) dejaron constancia de la vida cotidiana en Alemania durante el período previo a la inflación galopante que terminaría conduciendo al país a la quiebra y, más tarde, tras el ascenso al poder del nazismo, a la guerra sin cuartel.
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