Título original: Kong Fuzi
Director: Fei Mu
China, 1940, 96 minutos
Confucio (1940) de Fei Mu |
La teatralidad de la que adolece esta recreación de la vida del pensador chino por antonomasia representa, al mismo tiempo, su principal atractivo. Y quizá de un modo especial para las retinas occidentales, teniendo en cuenta el carácter didáctico de una cinta que, se quiera o no, nos ayuda a entender mejor quién fue Confucio.
De hecho, la primera "sorpresa" para los neófitos en la materia se desprende al constatar que el sabio varón fue —antes que un santo al estilo cristiano— honorable burócrata y después ministro plenipotenciario a las órdenes del emperador: origen venal, sin duda, que tal vez explique el pragmatismo de una doctrina que, como el budismo, nació por esas mismas fechas, guiada de una similar voluntad de educar a sus súbditos en la obediencia.
Lástima que el paso del tiempo y demás inclemencias inherentes a la conservación óptima del celuloide nos hayan privado de parte de la banda de audio. Una minucia, en realidad, perfectamente subsanable mediante rótulos explicativos, que se suman a los que la propia película (deudora, en buena medida, del lenguaje fílmico de la época muda) ya contenía junto con mapas y demás itinerarios con las rutas seguidas por el "Maestro Kong" a lo largo de su azarosa peregrinación.
Queda, por último, destacar la relevancia, en clave política, de un filme rodado durante la ocupación japonesa y que osaba centrar su interés en una figura que, pese a su cariz eminentemente moral o incluso espiritual, podía ser considerada también como símbolo nacionalista. No en vano, son muchas las imágenes potentes que, en ese sentido, permitirían establecer un paralelismo entre los estragos que precedieron al nacimiento de Confucio y los excesos que, en ese mismo momento, estaban siendo causados por el invasor nipón.
Lástima que el paso del tiempo y demás inclemencias inherentes a la conservación óptima del celuloide nos hayan privado de parte de la banda de audio. Una minucia, en realidad, perfectamente subsanable mediante rótulos explicativos, que se suman a los que la propia película (deudora, en buena medida, del lenguaje fílmico de la época muda) ya contenía junto con mapas y demás itinerarios con las rutas seguidas por el "Maestro Kong" a lo largo de su azarosa peregrinación.
Queda, por último, destacar la relevancia, en clave política, de un filme rodado durante la ocupación japonesa y que osaba centrar su interés en una figura que, pese a su cariz eminentemente moral o incluso espiritual, podía ser considerada también como símbolo nacionalista. No en vano, son muchas las imágenes potentes que, en ese sentido, permitirían establecer un paralelismo entre los estragos que precedieron al nacimiento de Confucio y los excesos que, en ese mismo momento, estaban siendo causados por el invasor nipón.
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