viernes, 2 de junio de 2017

Santa Rogelia (1940)




Título original: Il peccato di Rogelia Sánchez
Directores: Carlo Borghesio y Edgar Neville
Italia/España, 1939-1940, 81 minutos

Santa Rogelia (1940) de Carlo Borghesio y Edgar Neville


¿Cómo explicarle a un espectador de hoy en día, cuando los patrones clásicos de modelo familiar se han modificado ostensiblemente, que hubo un tiempo en el que el hecho de vivir en pareja sin estar casado podía acarrear serios cargos de conciencia? En ese aspecto, una película como Santa Rogelia (basada en la novela homónima de Palacio Valdés) adquiere un valor antropológico notable, teniendo en cuenta que la acción gira en torno al amor prohibido que mantienen una aldeana y un médico, con niña de por medio incluida.

El casto y atento doctor (Rafael Rivelles) se desespera al conocer a través de su superior la repercusión que puede llegar a adquirir un caso como el suyo:

No entiendo qué tiene que ver mi vida privada con mi actividad profesional. ¿Por qué me quitan la dirección de un hospital que he organizado durante años basándose en mi vida sentimental y familiar? Si fuese un crápula, un imprudente, que fuese bebiendo y jugando por el mundo, diría que tienen razón. Pero tú conoces la vida tranquila que llevamos...



En oposición a Fernando, Máximo (Juan de Landa) representa la zafiedad del pueblerino brutal y celoso, condenado a veinte años de trabajos forzados por ser ese "crápula imprudente" al que aludía el primero. Mientras que Rogelia (la francesa Germaine Montero) es presentada en todo momento como la víctima, casi una mártir por su disposición al sacrificio. Evidentemente, el adjetivo santa no es inocente: responde a la voluntad de salvar a la protagonista del más mínimo atisbo de sospecha sobre su conducta, tal era la misoginia que se respiraba en el ambiente. Incluso ella misma llegará a culpabilizarse:

Soy un obstáculo para el futuro de Cristina, como lo he sido para ti y para tu puesto en el hospital. Y como lo soy para la niña. Sigues obstinado en negar esta realidad, pero no puede continuar.



En cuanto a la coproducción hispanoitaliana de 1939, sorprende encontrar en los créditos el nombre del novelista Alberto Moravia como uno de los autores del guion, unido al del insigne compositor Federico Moreno Torroba a cargo de la banda sonora. Grandes nombres para una superproducción, supervisada por el mismísimo Edgar Neville (quien, a pesar de no estar acreditado, interpreta un pequeño papel de sacerdote), que intentaba recrear el localismo asturiano desde Cinecittà.

Ya lo dijo Felipe Ximénez de Sandoval en su momento: "La literatura de don Armando Palacio Valdés es una literatura de algodón en rama. Blanca, sin consistencia, insulsa. Muy propia para sus lectores, señoritas y clérigos con espíritu de algodón en rama..." Lo cual no ha sido óbice para que se adaptara al cine en repetidas ocasiones, sobre todo cuando dicho espíritu, merced a la censura del régimen, estaba a la orden del día. De modo que en 1962, sin ir más lejos, el prolífico Rafael Gil volvería a dirigir una nueva versión, escuetamente titulada Rogelia, esta vez con Arturo Fernández y Pina Pellicer en los papeles principales (y con Fernando Rey haciendo de Máximo).


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