Directora: Marie Noëlle
Francia/Polonia/Alemania, 2016, 100 minutos
Maria Skłodowska nació siendo súbdita rusa, aunque su cultura y su alma siempre fueron polacas. Y, sin embargo, ha pasado a la posteridad con un nombre francés: Marie Curie. Junto a su marido Pierre obtuvo el premio Nobel de Física en 1903, al que se sumaría, ya habiendo enviudado, ocho años más tarde, el de Química. Descubrió dos nuevos elementos (el polonio y el radio) y sus logros le valieron el que sus restos fuesen trasladados al Panteón de París en 1995.
Como se ve, su currículum no es nada desdeñable, por lo que era cuestión de tiempo que alguien se lanzase a rodar el correspondiente biopic. Y aquí lo tenemos, dirigido por otra Marie, en este caso Noëlle. La verdad es que en su aproximación al personaje encontramos poca ciencia y mucha controversia, en especial por su condición de mujer en una época y en un ámbito eminentemente masculinos, así como por el hecho de atribuírsele una relación con un hombre casado, el también investigador Paul Langevin. ¡Hasta un duelo en el más genuino estilo decimonónico se acabará colando en la historia!
Luchando contra la adversidad y contra los prejuicios, Marie logrará finalmente abrirse camino. La veremos codearse con las altas instancias académicas (Eisntein incluido), rodeada de sus familiares, trabajando en su laboratorio y, por último, paseando por las calles del actual París al tiempo que discurren en pantalla los créditos finales. Mediante esta última jugada parece que se nos quiera decir que su legado sigue muy vivo.
Con banda sonora de Bruno Coulais y Karolina Gruszka (Marie), Charles Berling (Pierre) y Arieh Worthalter (Paul) en los papeles principales, Marie Curie no decepcionará a quienes se emocionaron con Los chicos del coro o Intocable. En cuanto a cinéfilos y público algo más exigente... mejor abstenerse.
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