sábado, 24 de junio de 2017

El pobre García (1961)




Director: Tony Leblanc
España, 1961, 86 minutos

El pobre García (1961) de Tony Leblanc


Ésta es la lucha eterna: las ocupaciones, el trabajo... Para el que tiene suerte, felicidades, pero el que lucha y no consigue nada... pobre hombre, pobre...

Para dirigir su primera película, el actor Tony Leblanc quiso rodearse de algunos de los rostros más conocidos de la profesión: desde la voz en off de Fernando Rey en el prólogo (con ese travelín por la Gran Vía madrileña que permite deducir la fecha de su rodaje a partir de la cartelera de los cines: finales de julio del 61) hasta el doctor Lillo, cirujano experto en poliomielitis, que interpreta Luis Peña en el tramo final, pasando por Manolo Morán haciendo de sí mismo o José María Rodero haciendo de novio celoso y cegato en la escena inicial. También estaban veteranos ilustres, caso de Rafael Durán, encarnando al poco fiable don Matías (subdirector de la fábrica y pretendiente sin éxito de Conchita: una jovencísima Lina Morgan que prácticamente debutaba aquí) o incluso Xan das Bolas, aquel señor que siempre hacía de gallego.

También en el apartado técnico destacan los nombres de notables profesionales: Rafael Romero Marchent como ayudante de dirección, montaje de José Antonio Rojo... De lo que cabe deducir un amor por el cine considerable, amén del gusto por el trabajo bien hecho y hasta una cierta ambición.

"¡¡Mambi!! ¡Mambito, frutti, cha-cha-chá!"


Y, sin embargo, el filme ni funcionó ni funciona. Por más que Leblanc lo produjera, escribiera, dirigiera y compusiese la banda sonora en plan Chaplin. Lo cual no deja de ser una lástima, ya que un proyecto tan personal como éste (con lo que cuesta levantar cualquier proyecto cinematográfico, sobre todo cuando es "personal") debió suponer un esfuerzo considerable. Pero es que justamente Leblanc abusa en el guion de un sentido del humor cándido en exceso, cuando no complaciente, así como de una insufrible tendencia a la autocompasión lacrimógena: esas secuencias con el niño en silla de ruedas (que, para colmo, es el propio hijo del actor y director) ni gustaron entonces ni se aguantan ahora.

Con todo, hay que reconocer que la idea original del filme era buena, con el seguimiento del pobre García en los sucesivos empleos que se verá obligado a desempeñar tras ser despedido de la fábrica de hojas de afeitar Bisagra. Dos largometrajes más de similares características y escasa repercusión comercial (Los pedigüeños, el mismo año, y Una isla con tomate en 1962) completarían y cerrarían definitivamente la carrera de Tony Leblanc como director.

Tony Leblanc (padre e hijo) junto a Manolo Morán (derecha)

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