viernes, 2 de agosto de 2024

Enrico IV (1984)




Director: Marco Bellocchio
Italia, 1984, 85 minutos

Enrico IV (1984) de Marco Bellocchio


Los límites entre ficción y realidad, el juego escénico típicamente pirandelliano, forman la base sobre la que se cimenta el argumento de Enrico IV (1984). No en vano, el protagonista de esta curiosa historia, mezcla de teatralidad y locura, está convencido de que es el personaje que interpreta, lo cual no le impide, en diversas ocasiones, admitir su fingimiento, que él concibe como enfermad de la que hay que curarse.

Un poco como sucedía en la segunda parte del Quijote, quienes rodean al rey (Marcello Mastroianni) se prestan a seguirle la corriente, sabedores de que mantener la farsa en un mundo de máscaras resulta conveniente para todos ellos. Aunque, además de la hipocresía o de los intereses particulares que pueda haber tras el conformismo de los cortesanos, también es posible que éstos actúen así por miedo a los repentinos accesos de cólera que a veces experimenta el monarca.



Se da la circunstancia, por otra parte, de que presente y pasado conviven aparentemente en un mismo plano espacio-temporal, de modo que Matilda, la esposa del protagonista, se desdobla en dos personajes: su versión madura (interpretada nada más y nada menos que por Claudia Cardinale) y su versión eternamente joven (Latou Chardons).

Y es que, como San Pablo, este individuo se cayó un buen día del caballo. Sólo que, en lugar de convertirse a la fe cristiana, dicha caída marcó el inicio de su particular paranoia. Y así lo que tenía que haber sido una simple fiesta de disfraces de ambientación medieval y entre amigos se tradujo finalmente en una forma de vida. Algo que, en definitiva, tampoco resulta tan sorprendente, teniendo en cuenta que, como sentenció Calderón, el mundo es un gran teatro.



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