lunes, 26 de agosto de 2024

El baile de la Victoria (2009)




Director: Fernando Trueba
España, 2009, 127 minutos

El baile de la Victoria (2009) de Fernando Trueba


Antes de soltar al joven Ángel Santiago, el alcaide pidió que se lo trajeran. Vino con el desgaire y la belleza brutal de sus veinte años, la nariz altiva, un mechón de pelo caído sobre la mejilla izquierda, y se mantuvo de pie desafiando a la autoridad con la mirada. Los granizos del temporal golpeaban contra los vidrios tras las rejas y deshacían la gruesa capa de polvo acumulado.

Antonio Skármeta
El baile de la Victoria

Como buen ciudadano del mundo que es, el cineasta Fernando Trueba posee una filmografía que remite a los distintos países en los que ha dirigido o ambientado sus películas. Así pues, El baile de la Victoria (2009), adaptación de la novela homónima de Antonio Skármeta que obtuvo el Premio Planeta en 2003, es un filme genuinamente chileno pese a que en su momento representase a España en la correspondiente edición de los premios Óscar.

La historia que narra, si bien gira en torno a un atraco, contiene altas dosis de un cierto realismo poético cuyos personajes responden a perfiles que se salen de lo convencional. Ángel, por ejemplo, al que da vida Abel Ayala, destila entusiasmo en cuantas cosas hace y dice, por más disparatados que puedan parecer sus proyectos. Lo cual no impide, sin embargo, que termine contagiando dicha ilusión a la silenciosa bailarina Victoria (Miranda Bodenhöfer) y hasta a un tipo a priori tan distinto a él como el experto en cajas fuertes (en reventarlas, se entiende) Vergara Grey (Ricardo Darín).



Tal vez porque ambos están recién salidos de la cárcel, y porque los dos anhelan una estabilidad familiar que la vida les ha negado hasta la fecha, lo cierto es que entre ellos acaba naciendo la conexión necesaria para embarcarse en uno de los golpes más descabellados que se hayan visto jamás. Pero soñar es gratis y la suerte suele favorecer a los audaces. O no.

En suma, el guion de Trueba y su hijo Jonás (coescrito en colaboración con el propio Skármeta, quien aparece, además, en un breve cameo como crítico especialista en ballet) explora el lado más humano de los perdedores para adentrarse en los entresijos de unas relaciones definidas por una lealtad rayana en la adoración, como la del taxista cubano Wilson (Mario Guerra) o la del ya mencionado Ángel, que tienen a Vergara en un pedestal. Aunque también se apunta, como no podía ser menos tratándose de una sociedad aún marcada por los atropellos cometidos durante la dictadura pinochetista, el alto precio que pagan las almas inocentes cuando viven inmersas en un sistema corrupto.



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