martes, 20 de agosto de 2024

Piso de soltero (1964)




Director: Alfonso Balcázar
España, 1964, 78 minutos

Piso de soltero (1964) de Alfonso Balcázar


Dos elementos flotan en el trasfondo de Piso de soltero (1964): la obsesión por las mujeres y el problema de la vivienda. Dos factores, dicho sea de paso, que se repiten de forma insistente en buena parte de las comedias producidas durante el tardofranquismo y que obedecen a circunstancias sociológicas harto complejas, pero que podrían resumirse, a su vez, en la inflexible represión en materia sexual impuesta por la moral nacionalcatólica y, por otra parte, en la pertinaz carestía, cuasi endémica, que siempre (entonces más) se ha estilado por estos pagos.

A pesar de lo arriba expuesto, la cinta que nos ocupa no deja de ser un típico producto de los Estudios Balcázar (muy barcelonés en su ambientación, por tanto), amable en cuanto a humor y situaciones se refiere, si bien destila ese machismo estructural tan de la época que hace que los personajes masculinos, sobre todo la pareja protagonista, se derrita cada vez que se cruza con alguna moza de buen ver, preferiblemente turistas extranjeras. Razón por la cual les urge disponer de un pisito para llevar a sus ligues.



El guion de Jaime de Armiñán y el propio Alfonso Balcázar plantea un claro contraste entre el porte aristocrático, aunque no tenga ni un duro, del distinguido Santos Alvarado (Alberto Closas) y el carácter más de comparsa de Emiliano (Cassen). Opuestos en cuanto a elegancia, pero complementarios en lo que a picaresca se refiere, claro está, ya que ambos son consumados expertos en el "arte" de dar el sablazo.

Aparte de sus pintorescos exteriores (la Sagrada Familia, el Tibidabo, el puerto...) y el interior de lo que parece ser el Palau Güell, algunas escenas tienen lugar en un tablao flamenco en el que actúa Malena (Pilar Cansino) y donde hasta su novio (Cassen) se atreve ocasionalmente a enfundarse el traje de faralaes. Aunque el espacio más codiciado será, por razones obvias, un modesto apartamento que el marqués sin blanca y su particular escudero se agencian con la complicidad de un joven trompetista llamado Enrique (Pepe Rubio).



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