lunes, 30 de abril de 2018

Tres anuncios en las afueras (2017)




Título original: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri
Director: Martin McDonagh
EE.UU./Reino Unido, 2017, 115 minutos

Tres anuncios en las afueras (2017)


Poco se puede añadir a lo mucho que ya se ha dicho a propósito de una de las sensaciones del año pasado. Con un par de Óscars en su haber, Tres anuncios en las afueras (2017) se inscribe en la particular nómina de películas contundentes ambientadas en la América profunda que, como la magnífica Comanchería (David Mackenzie, 2016), han sido dirigidas por cineastas británicos. En ese aspecto, ni el londinense Martin McDonagh ni el escocés Mackenzie desentonan un ápice a la hora de captar la pulsión que palpita bajo la corteza de estos wésterns modernos.

Que, en el caso que nos ocupa, posee además la singularidad de darle un enfoque femenino al género a través de la insistente demanda de justicia por parte de la madre que ve con estupor cómo pasan los meses sin que la policía de la pequeña localidad de Ebbing (Missouri) avance en las pesquisas para identificar a los asesinos de su hija. Una Frances McDormand pletórica, y digna merecedora del premio de la Academia a la mejor actriz, que no oculta el haberse inspirado en John Wayne a la hora de componer su personaje.



Aunque, en realidad, Three Billboards... es un filme coral por lo que tiene de análisis sobre cómo la ira engendra más ira entre los habitantes de una humilde comunidad del centro de los Estados Unidos: como si de las piezas de un dominó se tratase, las decisiones que toma uno afectan irremediablemente a las vidas de sus vecinos. Todo está conectado: los anuncios que pone Mildred, con la enfermedad incurable del sargento Willoughby (Woody Harrelson); la ineptitud del oficial Dixon (Sam Rockwell, el otro premiado por su papel), con el incendio de la comisaría... Y así sucesivamente, hasta que alguien decida romper el círculo vicioso de una vez por todas. Es, al respecto, conmovedora la escena en la que Red (Caleb Landry Jones) y Dixon comparten habitación de hospital y el primero, en lugar de dar rienda suelta a su rencor, opta por ofrecerle al otro, dejándolo sobre su mesilla, un vaso de zumo con una caña.

Porque, a pesar de todo el humor negro que destila la cinta, lo que realmente la hace interesante es la reflexión que lleva implícita sobre cómo a menudo tendemos a prejuzgar a los demás: en un alarde de valentía, Martin McDonagh hace que sus personajes cuestionen la profesionalidad de la policía, aludiendo abiertamente al racismo de sus agentes o mostrando en imágenes lo excesivo de unos métodos que, en el caso de Dixon, distan bastante de ajustarse a la legalidad vigente, para, más tarde, sorprendernos con su lado más humano a la hora de hacer prevalecer la justicia.


4 comentarios:

  1. Ese es el mensaje: no se puede prejuzgar. La película se abre con situaciones y personajes muy tópicos para después darles la vuelta.

    Un abrazo.

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    1. Con el trasfondo de la repercusión social que ha tenido la sentencia de la Manada y la triste realidad de la violencia machista (hoy, con una víctima más), me pregunto si sería posible en España una película con un planteamiento similar, en la que se mostrase, además, a un policía maltratando al personal. Para que luego digan que en la América de Trump no hay libertad de expresión...

      Gracias por comentar y hasta pronto.

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  2. Sin embargo, a mí la película me pareció poco más que el último vástago, algo deforme, de la gran familia Fargo.

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    1. No digo que no, aunque ello tampoco es óbice para dejarse cautivar por una historia bien contada y mejor interpretada.

      Gracias por dejar tu comentario y que vaya bien por Alemania,
      Juan

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